PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles 16 de abril de 2014
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, en la mitad de la Semana Santa, la liturgia nos presenta el triste hecho de la traición de Judas. Judas va a las autoridades y les dice simplemente: ¿Cuánto me van a dar si yo lo entrego?”. “Treinta monedas”.
Y Jesús tiene precio, como cualquier mercadería en un mercado. Y Jesús acepta esa humillación hasta la muerte de cruz. En su sufrimiento y en su muerte podemos ver el dolor de la humanidad, el dolor de nuestros pecados, y la respuesta de Dios a ese misterio del poder del mal. Dios toma sobre sí el mal del mundo para vencerlo. Su Pasión no ocurre por error, es la manera de mostrarnos su amor infinito.
En esa Pasión de Jesús contemplamos su grandeza y su amor.
En esta Semana Santa nos hará bien a todos mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, y decirle gracias, porque eso lo hizo por cada uno de nosotros. Pero Dios siempre interviene, en el momento en que quizás uno no lo espera. Y Jesús resucita. La resurrección de Jesús no es el «final feliz» de un cuento de hadas, no es el happy end de una película, sino que es la prueba de que Dios actúa en el momento más difícil, en el momento más oscuro. La noche siempre es muy oscura, un poquito antes de que empiece a amanecer. No bajemos de la cruz antes de tiempo. Y no olvidemos en esta Semana de besar muchas veces el crucifijo.
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Saludos
Saludo a los peregrinos de lengua española, en especial a los grupos venidos de España, lleno de banderas, Puerto Rico, Guatemala, México, Uruguay —ví varios mates por ahí—, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a vivir esta Pascua con la certeza de que, en Jesús, Dios nos ama y nos perdona. Pido a la Virgen María, nuestra Madre, que nos acompañe en el camino de la cruz y del amor que Cristo nos enseña. Muchas gracias.