(Miércoles y Domingo)
Primer misterio: La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
«Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo».» (Mc. 16, 6-7)
Segundo Misterio: La ascensión del Señor a los cielos.
«Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos los bendijo, y, mientras los bendecía fue separado de ellos y fue llevado al cielo». (Lc. 24, 50-51)
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico.
«Llegado el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que dividiéndose se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». (Hech. 2, 1-4)
Cuarto Misterio: La asunción de María Santísima en cuerpo y alma al cielo.
«¿Quién es esa que sube del desierto, apoyada en su amado?.» (Cant. 8, 5a)
Quinto Misterio: La coronación de la Santísima Virgen por Reina y Señora de todo lo creado.
«Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida del sol con la luna bajo los pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». (Ap. 12,1)
Luego el lector dirá:
L. Por las vocaciones religiosas y sacerdotales de nuestra Comunidad;
T. Dios te salve Reina y Madre, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. iOh clemente!, ¡Oh Piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María!.
L. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
T. Para que seamos dignos de alcanzar las Promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos