(Domingos, días de retiro y ejercicios espirituales. y durante todos los días del noviciado)
Oración
Pidamos al Señor por las necesidades de la Santa Iglesia, por nuestra República, por nuestras dos Congregaciones de Oblatos y Oblatas, por nuestro Superior General, hermanos, amigos, y bienhechores.
Primer Dolor: La Profecía de Simeón
(Lc. 2, 34-35) El anciano Simeón dijo a María: «Este será puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción… ¡y a ti misma una espada te atravesara el alma!…»
(Padre Nuestro y 7 Avemarías)
Después de cada dolor:
Santa Madre, pido que hagas de Jesús las dulces llagas grabarlas en mi Corazón.
Amén.
Segundo Dolor: La Huida a Egipto
(Mt. 2,13) El Ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
Tercer Dolor: La Circuncisión de Jesús
(Lc. 2, 21) «Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le puso el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno de María».
Cuarto Dolor: María encuentra a su Hijo
(Jn. 19,17) «Y él cargado con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota».
Quinto Dolor: La Crucifixión de Jesús
(Jn. 19,25) Junto a la Cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Sexto Dolor: El Descendimiento
(Mc15, 45-46) «Informado por el centurión, Pilato, concedió el cuerpo a José de Arimatea, quien, comprando una sábana lo descolgó de la cruz y lo envolvió en la sábana».
Séptimo Dolor: Sepultura de Jesús
(Mt. 27, 60) «Y José de Arimatea lo puso en un sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue».
STABAT MATER DOLOROSA
L. Ruega por nosotros, Virgen Dolorosísima,
L. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
L. Oremos: ¡Oh Jesús!, en tu Pasión, una espada de dolor atravesó el alma dulcísima de tu Madre, la gloriosa siempre Virgen María, según lo había profetizado Simeón; concede propicio que, cuantos con veneración recordamos sus dolores, consigamos el efecto feliz de tu Pasión. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.
T. Amén.
Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos