“Sígueme”.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo, reciban mi saludo que lleva los mejores deseos para la semana que comenzamos. Pidamos a Dios que sea una semana vivida en profunda fe, que nos atrevamos a tirar la red al otro lado y que sintamos la presencia de Dios sobre todo en los momentos más difíciles de la vida.
En el texto del evangelio de san Juan con el que nos encontramos en este tercer domingo de Pascua (21, 1-19) se nos invita a reconocer a Jesús como el Señor que ha resucitado. Más que una fuerza, Jesús es la persona nos invita a salir; nos pide que vayamos a pescar hombres y nos enseña que las derrotas en la vida no son necesariamente fracasos. Hay maneras de hacer las cosas; existen otras formas de ver la vida. Hay que tirar las redes a la derecha, a donde el Señor nos vaya indicando; sin sus enseñanzas e instrucciones las cosas no se nos dan, podemos intentar pescar toda la noche, llevados por nuestra lógica y ver pasar las horas con la sensación del fracaso.
Necesitamos las palabras de Jesús, sus enseñanzas para llenarnos de fuerza y para ser exitosos en la pesca, en la pastoral; en la vida.
Los discípulos han escuchado la voz de alguien, que después será reconocido como el Señor, y han obedecido. Jesús llega a cambiarnos la vida, a sacarnos de la propia rutina. Jesús viene para que intentemos salir adelante y a través de nosotros siga adelante el proyecto del reino de los cielos que debe concretarse.
Los discípulos, en muchos acontecimientos, van ratificando aquello que les había sido anunciado, el Señor está vivo, ha resucitado. Seguramente ellos andaban confundidos. Era el Señor pero por sí solos no eran capaces de reconocerlo; era el Señor pero solo en algunos detalles y palabras podían confirmarlo. Para ellos la resurrección era algo tan extraño a su fe judía que se vieron en la necesidad de ser acompañados en varios momentos por el mismo Jesús y que Él les explicará las escrituras, se hiciera visible y palpable; hablarles y darles la paz fue parte fundamental para que ellos se llenaran de certezas y pudieran salir a dar testimonio.
Jesús, después de haber comido con los discípulos, después de haberlos llenado de certezas, quiere ahora la certeza de parte de ellos. Con la pregunta a Pedro sobre el amor hacia Él, Jesús le enseña que solamente el amor que podamos tenerle, será el que nos abra la posibilidad de que Él nos confíe su rebaño, a sus ovejas. Una persona enamorada de Jesús solo buscará el bien para aquellos que Él ama y luchará por aquellos por los que Jesús ha dado la vida. Amar a Jesús tiene su precio y por eso ahora el camino que han de recorrer sus apóstoles con Pedro a la cabeza será el camino de la fidelidad y de la entrega, incluso hasta la muerte.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
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