(Del prov. fortalessa).
f. Fuerza y vigor.
f. En la doctrina cristiana, virtud cardinal que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad.
f. Defensa natural que tiene un lugar o puesto por su misma situación.
f. Recinto fortificado, como un castillo, una ciudadela, etc.
f. Conjunto de viviendas de gente marginada en un lugar tomado por la fuerza.
f. pl. Defecto de las hojas de espada y demás armas blancas, que consiste en unas grietas menudas.
Fuente: Diccionario de la Real Academia Española
El mundo es de los valientes
Ser valiente es una forma de ser fuerte. Eso no significa que busques riesgos innecesarios ni que participes en circunstancias peligrosas. Se trata, más bien, de salir adelante en los desafíos que te pone la vida y en superar los obstáculos que van apareciendo en ella manteniendo tu integridad de cuerpo y alma, logrando que sean cada vez más poderosos y resistentes. Las personas débiles se dan fácilmente por vencidas y se cansan rápidamente de luchar. ¿Qué ocurre con ellas? Pues se dejan arrastrar por la vida como un pequeño trozo de papel en medio del mar. Las personas cobardes simplemente se ocultan en un rincón y evitan arriesgarse por las cosas que les importan más.
Allí se quedan siempre, su vida no se transforma, ni logran cumplir sus ilusiones. En el fondo no confían en sí mismas ni en su capacidad de lograr lo que se proponen. Las personas mal templadas andan a la deriva, expuestas a sus emociones y al mundo exterior.
Viviendo el valor
El valor de la fortaleza se ejerce cuando, a partir de una convicción firme, resistimos o vencemos aquellos obstáculos que se oponen a nuestros propósitos positivos y evitan el crecimiento personal. Surge al tener claros nuestros ideales y proyectos personales y nos da energía para conservarlos y defenderlos. Lo acompaña el valor de la templanza, o capacidad de mantener el equilibrio de nuestras acciones y emociones.
Tú eres el amo del castillo
Los castillos más importantes de la antigüedad contaban con áreas especiales para defenderse de los otros reinos. Éstas recibían el nombre de “fortalezas”: zonas de máxima seguridad que garantizaban el bienestar de los nobles habitantes, y también el de todos los habitantes del reino. Imagina que tu vida es ese castillo, que eres el señor que lo gobierna y que debes construir tu propia fortaleza. En ella debes mantener a salvo y defender lo más importante para ti: las ideas que dan forma a tu vida, el bienestar de tus seres queridos, los proyectos que has trazado para tu futuro.
Sin duda sabes qué es la fuerza física: la capacidad de correr una buena distancia, de llevar en tus brazos una carga pesada, de lanzar muy lejos una pelota. Hay otro tipo de fuerza: la firmeza de tus propósitos, el avance constante en tus planes personales, la capacidad de superar un momento difícil y seguir luchando hasta transformar las circunstancias con tu esfuerzo. A esa capacidad le llamamos templanza. Así como con el entrenamiento físico tus brazos y tus piernas son más resistentes, con la templanza se forja tu carácter y crece tu corazón.
Para la vida diaria
Si algo te da tristeza o miedo comparte tus inquietudes con las personas que tienes cerca y pídeles ayuda para controlarlas.
No te des por vencido cuando algo no sale cómo lo habías planeado.
Analiza la experiencia que viviste y serás más fuerte en el próximo intento.
No confundas la fortaleza con la agresividad: no se trata de atacar a los demás, sino de conservar las cosas importantes para ti.
Si en alguna circunstancia te ganan las lágrimas no te sientas avergonzado: los hombres lloran y las mujeres también.
Expresar al mundo tus emociones es una muestra de tu propia templanza.
Piensa qué partes de tu carácter son débiles (por ejemplo, te cuesta expresar tus opiniones) y trabaja para irlas fortaleciendo.
Por el camino de la templanza
Aprende a dominar tus preocupaciones, tus sentimientos y reacciones negativas como la violencia y el desánimo. Tú eres el rey del castillo y todos ellos son tus súbditos.
Escucha siempre las precauciones que te indican los mayores, sin embargo, no permitas que nadie impulse en ti miedo por cosas irreales, ni sentimientos de derrota.
Permanece activo en tu esfuerzo: Inspira fortaleza a los demás. Dile a tus compañeros de clase que lograrán aprobar el año, dile a tu padre que podrá realizar el trabajo que le parece difícil. Date fortaleza a ti mismo: tienes la capacidad de lograr cosas ordinarias y extraordinarias.
Conoce a Lech Walesa (1943)
Hijo de una familia sencilla, este hombre nacido en Polonia, entró a trabajar como electricista a los astilleros de la ciudad de Danzig. Su país estaba gobernado por un conjunto de personas que imponían duras circunstancias a los obreros y en una ocasión él y sus compañeros organizaron una huelga. Las autoridades la reprimieron con gran violencia y lo arrestaron. En 1980 sus colegas organizaron una nueva huelga y él fue su líder.
El gobierno tuvo que aceptarlo y les permitió organizarse en la agrupación Solidaridad. Apoyado por el papa Juan Pablo II luchó de manera pacífica pero perseverante y creó conciencia sobre la injusticia del sistema político en que vivían. Buscó el apoyo de la sociedad y, mediante un movimiento organizado e inteligente, logró la transformación política del país poniendo fin al régimen comunista. Llegó a la presidencia en 1990 y gobernó hasta 1995. Merecedor del Premio Nobel, es una de las figuras más respetadas en el mundo de hoy.
Se relaciona con
Perseverancia, refuerza el valor psíquico y la impasibilidad, en esos momentos de grave crisis de dolor por los que antes ó después hemos de pasar todos los seres humanos. La perseverancia es un esfuerzo continuado. Es un valor fundamental en la vida para obtener un resultado concreto.
Júbilo ya que la persistencia en la acción genera una especie de endorfinas que, por un lado, equilibran y proporcionan paz y serenidad de espíritu y por otro, producen euforia, alegría y entusiasmo.
Congruencia interna, coherencia que dirige todas sus potencias hacia el logro de un objetivo muy alto como puede ser la propia felicidad y la de los demás.
Prudencia ya que cuidan que todos los actos sean bien ponderados y producto de la reflexión, de la razón y de un sentido de medida.
La bondad no se limita, simplemente, a querer hacer el bien. Tampoco es una «La perfecta sabiduría tiene cuatro partes:
La inteligencia, que consiste en hacer bien las cosas;
La justicia, que consiste en ser equitativos en los asuntos públicos y privados;
La fortaleza, que significa no huir de los peligros, sino enfrentarlos; y
La templanza, que significa dominar nuestros deseos y vivir con moderación.”
Frases
«La fortaleza es inseparable del júbilo.»
—Ralph Waldo Emerson
«La templanza es el vigor del alma.»
—Demófilo
«Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las débiles sufren lo que les impone el destino.»
—Alfred Victor de Vigny
«Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.»
—Aristóteles
«La primera víctima de la destemplanza es la propia libertad.»
—Lucio Anneo Séneca
«Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia.»
—Hermann Hesse
«El fuego prueba al oro; las penas a los hombres fuertes.»
—Lucio Anneo Séneca
«En cada ser humano hay un potencial increíble. Cree en tu fuerza y en tu juventud. Aprende a repetirte siempre a ti mismo “todo depende de mí”.
—André Gide
«Una persona fuerte reúne control sobre sí misma, gran resistencia y, cuando es necesario, capacidad de defenderse. Una persona templada soporta bien los cambios y desafíos del mundo exterior. El hombre que nada teme es tan fuerte como el que es temido por todo el mundo.»
—Friedrich Schiller
«La templanza es, simplemente, una disposición de la mente que sabe sujetar a las pasiones.»
—Tomás de Aquino
«Si usted no tiene la fuerza para imponer sus propias condiciones a la vida, usted debe aceptar las condiciones que la vida le impone a usted.»
—T. S. Eliot
«La alegría, la templanza y el reposo le cierran la puerta de la casa a cualquier doctor.»
—Henry Wadsworth Longfellow
«Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es propio de un tirano.»
-William Shakespeare
«Lo que no me mata, me fortalece.»
-Friedrich Nietzsche
«El hombre que nada teme es tan fuerte como el que es temido por todo el mundo.»
-Otto von Bismark
«La fortaleza crece en proporción a la carga.»
-Thomas Wentworth Higginson
«Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.»
-François de la Rochefoucauld
«Ante el inminente peligro, la fortaleza es lo que cuenta.»
-Marco Anneo Lucano
«Aquel que adquiere fortaleza venciendo los obstáculos, posee la única templanza que puede vencer a la adversidad.»
—Albert Schweitzer
Cuento
De los Apeninos a los Andes
Marco tenía once años y vivía en Génova, Italia. Su padre trabajaba en una fábrica, pero no ganaba suficiente y sus deudas crecían. Por esa razón, la madre decidió partir a Buenos Aires, Argentina, para emplearse en la casa de una familia pues los sueldos que pagaban allí eran buenos. Pensaba ahorrar alguna suma y luego regresar. Aunque le dio tristeza separarse de los suyos, partió llena de esperanza. Por fortuna encontró un buen trabajo con los señores Mequínez. Cada mes escribía a Génova y les enviaba todas sus ganancias.
En una ocasión les mandó una nota diciéndoles que se sentía enferma. Luego sus cartas dejaron de llegar. Ellos le escribieron, pero no tuvieron respuesta. Trataron de averiguar qué ocurría, mas nadie pudo informarles. La única solución era ir a buscarla hasta Buenos Aires.
Como ni el padre ni el hijo mayor podían abandonar su trabajo, Marcó se ofreció.
—Iré a Buenos Aires. Estoy seguro de hallarla —dijo.
Aunque su padre no estaba convencido, le dio permiso. Con escasas prendas de ropa y unas monedas, abordó el barco de un capitán amigo que se dirigía a Argentina.
A bordo del navío tenía miedo y tristeza. Se sentía solo, alejado de sus seres queridos y rumbo a un destino extraño. Comenzó a dudar, quizá su madre ya no vivía…
El viaje duró 27 días. Al desembarcar se vio en una enorme ciudad llena de nombres raros. Preguntando llegó a la dirección de su madre. Tocó la campanilla y una señorita abrió la puerta.
—¿Vive aquí la familia Mequínez? —preguntó Marco.
—No, ahora somos otros los inquilinos —respondió ella.
—¿Dónde han ido? Mamá trabaja con ellos —inquirió Marco.
—Están en Córdoba.
La señorita y su padre le explicaron cómo llegar allí, aunque era difícil pues quedaba muy lejos. Le regalaron algunas monedas y le desearon suerte.
Muy cansado, Marco abordó una barcaza de vela que transportaba fruta a lo largo de un río enorme y peligroso. A veces pensaba en darse por vencido. Pero sus compañeros de viaje lo animaban:
—¡Ánimo! Debes ser valiente y estar orgulloso de tu búsqueda.
La barcaza llegó a Rosario. Aún lo esperaba un largo camino por tierra hacia Córdoba. Desesperado, se sentó a llorar en la calle. Entonces, por pura suerte, se encontró a un viejo marinero que conoció en el viaje que lo había traído de Europa. Éste lo presentó con otros camaradas genoveses que vivían allí, y entre todos reunieron el dinero para comprarle un pasaje de tren.
En el vagón Marco se sentía mareado y muy débil. Lo asustaba estar tan lejos de Génova. Creía que las fuerzas no le alcanzarían para llegar. Pero una vez más lo logró.
En Córdoba buscó la casa de la familia Mequínez, pero en ella le dijeron que se habían ido a su estancia de Tucumán, a 500 leguas de allí.
¿Cómo ir tan lejos? Una buena mujer le informó que al día siguiente un comerciante partiría rumbo a esa zona. Tal vez podría llevarlo consigo en la carreta tirada por dos grandes bueyes.
El carretero era un hombre duro, pero Marco lo convenció y así comenzó su nuevo viaje. A cambio de llevarlo le exigían un trabajo agotador: cargar forraje e ir por agua para los animales. No lo trataban muy bien que digamos. La situación se prolongó casi por un mes. No dormía, comía mal y en una ocasión hasta tuvo tantita calentura.
En un punto del camino le indicaron que se bajara, pues ellos no llegaban directamente a Tucumán.
El pequeño siguió el resto del trayecto a pie. Las plantas le ardían de tanto andar y le parecía muy remota la posibilidad de hallar bien a su mamá.
No estaba tan equivocado, pues la señora llevaba varias semanas en cama, enferma y angustiada por encontrarse lejos de su familia. A pesar de que los señores Mequínez la cuidaban con mucho cariño nada parecía animarla y se resistía a la operación necesaria para curarla.
Pero una mañana el pequeño Marco llegó a la casa donde se encontraba, casi descalzo y con su ropa rota. Al verlo, su madre no podía creerlo. Llena de felicidad por estar de nuevo junto a su pequeño, lo abrazó muy fuerte y le dio muchos besos. Admirando su ejemplo de templanza y tenacidad decidió aceptar la operación.
Ésta fue todo un éxito. A los pocos días la señora se hallaba restablecida y feliz de tener a su hijo al lado.
Marco se inclinó para darle gracias al doctor, pero éste le dijo:
—Levántate muchacho. Eres todo un héroe. Tú fuerza la ha salvado y la aventura que viviste te dio el temple necesario para enfrentar la vida y sus desafíos.
—Adaptación del cuento homónimo incluido en Corazón de Edmundo de Amicis.
Fuente: www.valores.com.mx