CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
Isaías 7,10-14; Sal 23; Romanos 1,1-7; Mateo 1,18-24
La Palabra del Señor hoy nos trae un énfasis importante en lo que se refiere a la venida del Mesías; tanto en la primera lectura del profeta Isaías como en el Santo Evangelio según San Mateo encontramos la siguiente profecía: “Una doncella concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emmanuel que significa DIOS CON NOSOTROS”, la última expresión en mayúsculas es el motivo de esta homilía que centra nuestra atención y nuestra fe en un Dios real, que se sigue revelando en la cotidianidad de nuestra vida y que sigue actuando milagros a favor de la humanidad.
La Expresión “Dios con nosotros”, habla de la cercanía del creador con sus criaturas, de la cercanía entre Dios y la tierra, habla del misterio escondido en el cielo, manifestado ahora en la tierra, se refiere a ese Dios que ha hecho del mundo su morada y del corazón del hombre su sagrario. Este Dios revelado en Jesucristo, es el Dios en el cual nosotros creemos, se trata de un Dios amigo y Padre, que abandonando su lejanía se ha acercado al hombre y a la mujer de todos los tiempos y culturas.
El Dios de Jesucristo no es un ser extraño, no es un fantasma, no es un ser inanimado; es una realidad, que ha acontecido en la historia y que la ha hecho trascender.
Nuestro Dios, es el caminante incansable que ha acompañado a su pueblo desde los tiempos de Abraham hasta nuestros días, es el peregrino que visita los parajes más lejanos del corazón del hombre y la mujer; es nuestro compañero de viaje, es el que alienta al que está cansado, es el que fortalece al débil, es el que levanta a quien está cansado, es el Padre amoroso que prodiga su perdón, es el Papá que nos lleva en sus manos cuando nos sentimos cansados.
En este Dios creemos, en este Dios que ha tomado carne humana en Jesucristo, en aquel que encontramos paseando por las calles del mundo, lo encontramos en el desplazado, lo encontramos en los secuestrados, en los pobres, en las madres solas, en aquel que ha sido excluido, en aquel que llora, en el que sufre, en el que ríe, en quien tiene esperanza, en quien frente a los embates de la vida sale avante, en aquel que no declina ante las propuestas hechas en contra de sus principios morales, allí acontece Dios, en la realidad, en la historia y no en la ficción.
A Jesucristo, “el Dios con nosotros”, es a quien esperamos en esta navidad, a aquel que nació de las entrañas de la Virgen María es a quien vamos a recibir en el Belén de nuestra propia existencia.
Permitamos pues, que Nuestra Madre de Cielo, nos prepare debidamente para recibir con gozo y alegría el misterio del “Dios con nosotros”: Jesucristo nuestro Salvador.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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