La alegría de saberse amado.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que viene a nuestro encuentro dispuesto, en su amor, a perdonarnos y hacer de cada uno un brote nuevo capaz de transformar el mundo desde el amor y el servicio.
Comenzamos la tercera semana del Adviento, la semana de la alegría, del cambio de expresión; la semana en la que la ausencia se vuelve espera, la tristeza se cambia por alegría y la semana en la que nuestros rostros, pensamientos y sobre todo actos, hablarán de lo que se espera con ansias y con alegría. Una semana en la que el Dios de la alegría se refleja en la sonrisa de cada creyente.
Una semana en la podemos esperar los aguinaldos, los regalos, como expresión de ser importantes y/o queridos para los demás, pero también una semana en la que esperamos al que se entrega del todo por amor porque le somos importantes y queridos. Jesús es el rostro del amor del Padre; Jesús es el regalo del amor que llega y que nosotros esperamos para colmar nuestra esperanza. Una semana que abre el corazón de nuevo para llenarse, en Jesús, del amor del Padre.
Tengamos la seguridad que la gente espera lo mejor de nosotros pero de manera especial lo esperan las personas que nos aman. Ese grupo de personas que te acompañan en la cotidianidad de la vida son los que tienen todo el derecho a gozarse de lo que eres.
Es con la gente que te ama y que seguramente tú también amas, que se pueden generar espacios de justicia pero también se puede formar conciencia de la necesidad que tenemos de ser solidarios con los demás. Es en el amor que uno puede proyectarse y es por amor que nos esforzamos en dar todo lo mejor. Por eso cuando queramos algo de los demás, cuando queramos que el sueño de un mundo en paz y solidario sea real, entonces amemos ya que el amor viene de Dios y si te mantienes en Él la fuerza del amor no acabará.
Creamos en nosotros mismos, en la dignidad que tenemos, en la vocación a través de la cual lo damos todo, liberemos todo yugo o complejo que nos ata o nos lleva a compararnos; sintamos que somos únicos y amados con la particularidad de Dios, así y solo así, nuestra presencia también será alegre, liberadora, redentora y nuestro amor será grande porque sale de lo más íntimo, de ese amarnos unos a otros como nos amamos a nosotros mismos.
Esta semana para concretar proyectos; para dejar palpar el amor. Semana de alegría para darnos cuenta que podemos aportar a la paz y a la serenidad, para darnos cuenta que si damos paz, que si hacemos los que a los demás les agrada, si volvemos al saludo, al abrazo, al gesto conquistador, estaremos realmente dando a conocer a los demás que por encima de todo hay una alegría propia que la da el saberse amado e importante en el proyecto de Dios.
Sigamos esperando pues con fe y con alegría la venida del Señor para que celebremos con gozo el hecho de sabernos amados y por lo tanto redimidos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.