¿QUIÉN COMO DIOS?
La Sagrada Escritura conoce dos profetas que llevan el nombre de Miqueas o Micá; uno que vivió en el reino de Israel (III Rey. 22, 8 ss.) en tiempos del rey Acab (873-854), y otro que profetizó en el reino de Judá (Jer. 26, 18), reinando Joatam (738-736), Acaz (736-721) y Ezequías (721-693). Este segundo nos dejó el presente libro. De su vida solamente sabemos que era oriundo de Morasti (Moréset), pequeño lugar situado cerca de Eleuterópolis (hoy Beit Dschibrin) al suroeste de Jerusalén. La Iglesia lo venera como mártir y celebra su fiesta el 15 de enero.
Su labor se cumplió en tiempos de los reyes Jotam, Acaz y Ezequías y fue contemporáneo de los profetas Isaías, Oseas y Amós. Demostró un gran celo por el pacto con el Señor y consideró que la infidelidad al amor de Dios se hace sentir en la explotación del prójimo. Amó a su pueblo campesino y pastoril y vio en él el interés de el Señor. Denunció a los ricos y poderosos y a los sacerdotes y falsos profetas que actuaban para conseguir poder y privilegios. Rechazó el abuso de los aristócratas de Jerusalén contra la mayoría del pueblo campesino y la instrumentalización de la religión para ocultar las injusticias sociales.
La predicación de Miqueas fue de tal alcance que influyó para que Ezequías intentara algunas reformas en Judá (2Reyes 18:1-4).
Miqueas predijo la ruina de la ya agonizante Samaría, ocurrida en el año 722 a. C., y por otro, anunció que Judá correría idéntica suerte. En sus oráculos se advierte claramente una de las constantes del profetismo, que es la alternancia entre las amenazas de castigo y las promesas de restauración. De manera especial, este profeta denuncia las injusticias de que eran víctimas, por parte de los ricos y los poderosos, los campesinos refugiados en Jerusalén a causa de la guerra con los asirios. Su mensaje en favor de la justicia social tiene muchos puntos de contacto con el de Amós.
El libro de Miqueas es una recopilación o antología de sus oráculos, realizada por sus discípulos. Pero también se han insertado en él algunos fragmentos pertenecientes a la época del exilio. Entre dichos oráculos merece destacarse el que señala a Belén como el lugar del nacimiento del futuro Mesías (5. 1-5). Este oráculo fue recogido por el Nuevo Testamento para probar que Cristo debía nacer en Belén (Mt. 2. 6; Jn. 7. 42).
El libro de Miqueas pertenece a los libros de los profetas menores del Antiguo Testamento (la Biblia). Fue escrito a finales del siglo VII a.C. por el profeta que lleva su nombre. Este libro contiene 7 capítulos.
Miqueas vivió un tiempo de guerra cruel. Vio desatarse la guerra entre el Reino del Norte y el Reino del Sur, con 120.000 muertos en el Reino del Sur (2 Crónicas 28:6) sin mencionar las víctimas del Reino del Norte. Después Asiria, una gran potencia militar de su época aplasta al Reino del Norte, solo un milagro pudo evitar que estos mismos ejércitos entraran en Jerusalén (2 Crónicas 22).
Miqueas interpretó estos acontecimientos como el castigo de Dios sobre el Reino del Norte por pecados como: idolatría, adoración de Baal, sacrificios rituales de niños, magia y encantamientos (2 Reyes 17:16-17). Dichas actividades ahora se iban infiltrando hacia el sur, hacia Judá. De tal manera que Miqueas se refirió a Jerusalén como «lugar alto», nombre común que se le daba al lugar de adoración a dioses paganos (Miqueas 1:5), predicando así que el Juicio que cayó sobre el Reino del Norte caería ahora sobre Judá por causa de su desobediencia a Dios.
Sin embargo, no todo en el libro de Miqueas es juicio y castigo. Miqueas ve una luz en las tinieblas, percibió un majestuoso Dios que gobierna sobre todo suceso, que castigó a su pueblo solo para purificarlo y restaurarlo. También formuló algunas de las más francas predicciones de destrucción que hay en la Biblia, e hizo algunas de las más claras predicciones sobre Jesús, el Mesías, el Libertador que vendría a salvar a Israel.
MARCO HISTÓRICO:
Miqueas es determinado por los tres reyes mencionados en 1, 1: apogeo de Judá bajo Joatam; humillación e invasiones enemigas en el reinado de Acaz y Ezequías; idolatría y vicios que provocaron la restauración del culto por este santo rey.
El libro se compone de tres discursos:
El primero (caps. 1-2) se dirige contra los reinos de Israel y Judá, a los cuales predice la ruina, pero también el regreso del cautiverio y la erección del reino mesiánico.
El segundo discurso (caps. 3-5) trae amenazas contra los príncipes y jueces, contra falsos profetas y malos sacerdotes, contra Sión y el Templo, el cual será destruido en castigo de las maldades, pero al mismo tiempo promete felicidad futura, gloria para Jerusalén como centro de todos los pueblos, la restauración del reino de David y la venida del Mesías que nacerá en Belén.
El tercer discurso (caps. 6-7) contiene exhortaciones al arrepentimiento, anuncia el perdón y muestra el camino de la salvación. Concluye el Libro con un himno rebosante de promesas y de esperanzas.
Miqueas se distingue por la belleza y sublimidad de su lenguaje, que es «terrible, desnudo y audaz en las amenazas (3, 12), elevado y grandioso en las promesas (4, 1 ss.; 5, 1 ss.), tierno y patético en sus quejas y lamentos (6, 1 ss.)». Tiene mucha semejanza con su contemporáneo Isaías, junto con el cual Miqueas inaugura el siglo de oro de la literatura hebrea.
«Nación enemiga mía, no te alegres de mi desgracia, pues, aunque caí, voy a levantarme, aunque me rodee la oscuridad, el Señor es mi luz. (Miqueas 7:8)
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