El Bautismo del Señor.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo, reciban mi saludo cordial que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Para cada uno el mejor de los años. Que todos tengamos paz y que no se nos acabe el amor, por eso nos propondremos amar desde Dios y a la manera de Dios.
El próximo domingo estaremos celebrando la fiesta del Bautismo del Señor y así terminaremos el tiempo de Navidad. Todo vuelve a la normalidad porque es en la cotidianidad de la vida donde nosotros estamos llamados a dar testimonio de la fe, de lo que ha sucedido en estos días de Navidad y sobre todo, de los buenos propósitos que desde Jesús nos hemos hecho para este año.
El Bautismo del Señor marca el final de una experiencia de preparación a la que Juan Bautista nos invitaba. Antes de que el Señor llegara le preparábamos el camino, ahora que ha llegado estamos invitados a caminar con Él. Si antes el Bautismo respondía al deseo de la conversión y de hacer las cosas bien; ahora el Bautismo, desde Jesús, responde a los anhelos de asemejarnos a Cristo y de sumergirnos en Él, en el misterio de su muerte y resurrección.
Jesús nos bautiza con el Espíritu Santo y con fuego, es decir nos trasforma de manera radical y no solo en este Bautismo se nos lava del pecado, sino que también, nos purificamos y acrisolamos. Todo se hace nuevo para que nuestra existencia sea un vivir para Cristo. En el Bautismo nacemos de nuevo del agua y de Espíritu gracias a Jesús que nos trae vida en abundancia.
En el Bautismo del Señor se nos muestra de nuevo a Jesús como el Hijo en el que Dios se complace. Jesús será acompañado por el Espíritu Santo en su misión. Ahora todo comienza, Juan Bautista da testimonio de Jesús, de su fuerza y de su presencia y comienza a “disminuir”. Jesús es el predilecto del Padre que comenzará a trabajar por construir un reino, un proyecto de vida para cada uno desde el amor. La voz del Padre ante la gente ya le facilita al mismo Jesús el inicio de su misión.
El tiempo de la espera ha terminado, Juan lo reconoce y en el día del Bautismo le entrega un buen grupo de personas preparadas, dispuestas al Reino y deseosas de recibir al Espíritu Santo que trae Jesús consigo.
Con el Bautismo Jesús comienza su vida pública. El Bautismo es realmente el inicio del ministerio, del trabajo, del servicio de Jesús. Jesús, de alguna manera nace en el Jordán, con el Bautista, a la vida pública. La voz de Dios es un garante para que todos acaben convirtiéndose a Jesús. Jesús nace al ministerio en el Bautismo de la misma manera que nosotros lo hemos hecho al ser bautizados. Hemos nacido en Cristo, hemos sido ungidos por el Espíritu de Jesús; lavados de los pecados y ahora Jesús nos invita a llenar el corazón de anhelos, de propósitos y a que escuchemos atentamente la palabra de Dios para que en todo le sigamos con fidelidad.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.