PARA EL FIN DE SEMANA: ABRIL 21 DE 2016.
Que sepan que son mis discípulos porque se aman.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que este fin de semana sea lleno de expresiones de amor y de manera especial con aquellas personas a las que Dios nos regala la posibilidad de tenerlas cerca.
El próximo domingo nos encontraremos con el mandamiento del amor: Que nos amemos como Él nos ha amado y que por este amor seamos reconocidos como discípulos de Jesús (cfr. Jn. 13,31-35) Y cuando miramos las historias que nos presentan los Evangelios nos encontramos con Jesús que sale al encuentro del hermano, que lo llama para estarse con Él. Los discípulos en su caminar con el maestro van descubriendo que toda la gente es importante y que a nadie se le excluye de una experiencia de amor de Dios. Jesús ama y su amor lo va gastando en cada gesto y en cada palabra.
Pero ese amor entregado se renueva en cada encuentro que Jesús tiene con el Padre en la intimidad del silencio; muchas veces en ese silencio de la noche en el que el cansancio y el amor se mezclan de tal manera que siguen siendo uno. El Padre que se da en el Hijo y éste que se nos da en cada detalle lleno de amor.
Amor que llama, que acoge, que sana. Amor que no condena sino que llena de posibilidades, amor que guarda, que protege a quien es amado. Amor que es palabra transformante y que se hace pan y agua. Amor que se abaja, que lava los pies y que calla en momentos en el que se tiene la certeza que la verdad se defiende sola, por sí misma.
Que nos amemos como Él nos amó significa que todos los demás nos sean importantes; la razón de nuestro caminar. Amar como Él es permitir ser tocados por quien tanto busca la salud y la paz. Es llevar sanación, alegría, liberación. Amar como Él es asumir a la otra persona en toda su condición, tratando de amarla desde lo que es para que la persona siendo lo que es pueda transformar lo poco que queda en ella de mal o de pecado. Amar como Él es entender que el amor se hace fuerza ante quien está cansado, salud ante el enfermo, vida ante quien está muerto, alimento y agua para quien está hambriento y sediento en el desierto. Amar como Él nos amó es tener claro que a nadie le debemos hacer lo que no queremos que nos hagan; ser punto de encuentro entre Dios y los demás y que todos se puedan acercar para beber del agua del amor que en nosotros, desde Jesús, salta hasta la vida eterna.
Todo el proyecto del Reino, toda la vida de Jesús, todo el querer del Padre, se nos deja en un mandamiento: que nos amemos los unos a los otros y esto comienza con los más cercanos, con los que compartimos la vida y la fe. Que nada nos divida ni nos aleje, que seamos capaces de soportarnos con amor, de perdonarnos desde el amor; que seamos capaces de lavarnos los pies los unos a los otros y que por amor nos juntemos en el nombre del Señor a compartir el Pan, ese banquete en el que Él está presente salvándonos y derramando su sangre para el perdón de los pecados.
En el amor que Jesús nos tuvo se glorificó el Padre y en el amor que nosotros nos tengamos se glorificará el Hijo, es decir se siente honrado porque el amor es la expresión más grande de lo que sucede en la eternidad. Seamos capaces de ser desde el amor uno solo como lo seremos en el Padre al final de esta vida. Que nos alegremos por cada gesto de perdón y de misericordia para que sintamos que somos desde Jesús como el Padre que es Santo, que es misericordioso.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd