PARA EL FIN DE SEMANA: MAYO 19 DE 2016.
Santísima Trinidad.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cargado de bendiciones, lo mejor para el fin de semana que se acerca y mucho amor en cada una de las cosas que vayamos haciendo y que tienen qué ver con los demás, de manera especial con los más cercanos que son los que más se alegran con el amor cuando se expresa en ternura y acogida.
Entiendo yo, desde el Evangelio de Juan (16, 12-15) con el que nos encontraremos el próximo domingo que hay cosas, para quien tiene fe, que solo desde Dios se pueden entender. Por eso es necesario que cada uno de nosotros viva centrado en el misterio de Dios, mantenga una estrecha relación con Él en la oración, saque del propio interior la fuerza para tomar decisiones o la sabiduría para saber cómo actuar en ciertas circunstancias. Quien ha estado lejos que vuelva a Dios, se deje llenar por el Espíritu y sobre todo se deje conducir a la verdad plena. Dios es uno y es dinámico. Dios es uno y son tres.
Dios ha tomado la decisión de revelarse y de mostrar todo lo que Él es y también hasta dónde es capaz de llegar en el amor que nos tiene. Dios no está solo, es comunidad de amor que se comunica y da constantemente vida; nosotros no estamos solos. Dios es trinidad y nosotros somos el objetivo de la misión, de su proyección amorosa hacía lo creado y de manera especial hacia nosotros. Las tres personas tienen qué ver con nosotros y cada una nos irá llevando a la plenitud de la verdad para que no tengamos miedo de vivir sumergidos en este misterio de amor. Somos parte, por amor, de la Trinidad. Somos imagen y semejanza de Dios que al crearnos se ha quedado en la vida de cada uno en cuanto que Él mismo es la vida.
El Espíritu llega a cada uno; el Espíritu es verdad, es guía, es profecía. Es quien nos ayuda a entender la voluntad de Dios, lo que anhela Jesús de la comunidad y lo que nosotros podemos hacer por los demás. El Espíritu nos hace entender que la Trinidad es un misterio de amor y por lo tanto para saber del misterio hay que enamorarse. En el amor ya no hay secretos y cada una de las personas de la Trinidad se va manifestando además que la morada, la casa de la Trinidad es el corazón de las personas que han creído en Jesús. Creer en Jesús, amar a Jesús y cumplir sus mandamientos son la misma realidad. Quien ama a Jesús, quien cree en Él, cree en el Padre que lo ha enviado y el Padre junto con el Hijo hará su morada ahí, en el lugar de la fe y del amor.
Hablar de la Trinidad es hablar de todas las posibilidades, que desde el amor de Dios, tenemos. Es hablar de un amor que siendo eterno se ha hecho creación y criatura; se ha hecho Palabra y Carne. De un amor que se ha hecho luz y guía, consejo y piedad, temor y sabiduría. Amor que se hace casa en nuestra casa, carne en nuestra carne y amor en el amor de Dios. La Trinidad es Dios que es uno y que son tres; los tres son para nosotros expresión de la unidad porque son uno en el amor que se tiene el uno al otro.
Toda nuestra vida está marcada por el acontecer de Dios: toda la vida del cristiano es trinitaria, caminamos hacia el origen, hacia la plenitud, hacia la eternidad. Vamos de regreso al Padre, Jesús es el camino y el Espíritu, sabiduría y santidad que nos ilumina y nos regala, en sus dones, las herramientas que necesitamos para llegar a la meta llenos de satisfacciones. Dios principio y fin de la vida nos da la vida para que vivamos en armonía y en amor con los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd