CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE FEBRERO (Mc 6,30-34)

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE FEBRERO (Mc 6,30-34)

Sumergidos en incontables ocupaciones, hoy hemos de escuchar la voz del Señor en su evangelio, cuando nos invita a caminar hacia un lugar apartado, en el cual nos encontremos con nosotros mismos y por supuesto con Dios, nuestro Padre. Los afanes cotidianos ocupan toda nuestra atención, el activismo en el cual estamos inmersos, no nos permite escuchar a Dios en el silencio de nuestro corazón; posibilitando de esta manera el que llevemos una vida como si Dios no existiera.

Jesús en el evangelio de hoy se muestra cansado y agotado, pues su tarea evangelizadora había sido ardua, su predicación no conocía fronteras ni tiempo; sus milagros fueron múltiples y muchos de ellos obrados en sábado, frente al estupor de fariseos y doctores de la ley; sus caminatas por toda la región de Galilea no conocieron fatiga; y no obstante su fuerza y su vitalidad en el anuncio del reino de los cielos. Sintió la necesidad de descansar y por eso con sus apóstoles se fue a un sitio apropiado para la oración, para el encuentro con su Padre, en ese lugar quiso revitalizar sus fuerzas y en medio de este deseo, la inmensa muchedumbre descubrió el lugar en donde Jesús se encontraba; Jesús sintendo compasión de la gente, porque andaba como oveja sin pastor, les predicó la Buena Nueva de la salvación, curó a muchos enfermos y les prodigó amor a manos llenas.

Hermanos y hermanas, como fruto de la Palabra de hoy, saquemos dos conclusiones:

1.- En medio del bullicio del mundo y agobiados por un sin número de actividades cotidianas, intentemos sacar tiempo para nuestra oración, para nuestro encuentro con Dios en un clima de silencio y soledad.

2.- Que en medio de nuestro cansancio, no dejemos de tener una palabra de aliento y fortaleza para aquellos que la requieran.»Ob amorem Dei»

 

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE FEBRERO

Más reflexiones del Padre Ernesto León

Santa Sede

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

EL PAN NUESTRO DEL 6 DE FEBRERO