Queridos hermanas y hermanos en los Corazones Santísimos de Jesús y María:
El amor es el regalo más grande que nos hace el Padre, el amor es la mayor herencia que tenemos los Hijos de Dios y en el evangelio de hoy, Jesucristo nos enseña cómo podemos recibir este hermoso e inigualable regalo divino.
Jesús nos muestra hoy que el verdadero amor, no es un amor emocional, es una decisión, es la opción que como hombres y mujeres decidimos tomar desde nuestra libertad y voluntad y esto porque el Señor nos amó primero.
Convertirnos en fuente de amor para nuestros hermanos a ejemplo de Jesús, significa que sin limitación alguna hemos de prodigar misericordia y compasión a todos, incluso a aquellos que en algún momento nos hicieron daño, tal fue el ejemplo de Jesús no sólo de palabra sino de obra: “Yo tampoco te condeno”; “Hoy estarás conmigo en el paraíso”; “Amen a sus enemigos, porque si aman a sus amigos ¿Qué merito tiene?”.
Desde esta perspectiva, la más sublime invitación que nos hizo Jesús un día, fue el vivir en su amor, que significa permanecer en Él y por supuesto estar con Él, lo cual quiere decir que su presencia en nosotros producirá grandes frutos a saber: la alegría que nace del corazón, la esperanza que brota de un espíritu que se regocija en Dios; la obediencia a su voluntad como sinónimo de nuestra adhesión incondicional a Él.
Hermanos y hermanas, que con la asistencia de la Santísima Virgen María, amemos a Dios con todo nuestro ser, que amemos a los demás en términos de hermandad, que amemos a toda la creación, y que con decisión, empecemos a amarnos a nosotros mismos para ser capaces de prodigar amor a manos llenas a cuantos lo necesiten. Ob amorem Dei.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
Más reflexiones del Padre Ernesto León