Hoy Jesús en su evangelio nos dice: “Nadie os quitará vuestra alegría”. Con estas palabras, Jesús se despedía de sus discípulos en virtud de su ascensión al cielo; Jesús les habló a sus apóstoles de manera franca y abierta, y lo hacía así porque conocía su corazón; sabía de sus tristezas, de sus preocupaciones y de sus incertidumbres, y por esta razón los invitó a no perder la alegría en medio de la tristeza producida por su partida.
En este sentido, la tristeza se apodera del creyente no por la ascensión del Señor al cielo, sino por la elección que cada hombre hace frente a la vida de manera equivocada, tomando atajos llenos de espinas que con seguridad lo desviarán del camino de la luz, y sólo le traerá dolor y desesperanza, pecado y desobediencia.
Por otro lado, la alegría en el creyente depende de su cercanía a Jesús, quien un día les susurró a sus apóstoles: “volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón”. Esta promesa es de gran valor porque permite entender que el gran fruto de la comunión existente entre los creyentes y Jesús, es la alegría nacida del corazón, la alegría nacida de la fe y la alegría producto de la conversión y la transformación interiores.
Hermanos y hermanas, permitamos que la alegría del resucitado no se eclipse jamás en nuestra vida; que por el contrario, fortalecidos por la asistencia del Espíritu Santo, podamos aferrarnos más y más al dueño de la vida, en quien somos, nos movemos y existimos. Ob amorem Dei».
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
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