Escucha, Señor, esta oración.
Ayúdame a forjar en esta empresa un ambiente tal que a mi gente le guste venir a trabajar.
Aparta de mí esa sensación de conformismo con el estado de cosas y permíteme abjurar de la rutina cotidiana que nos vuelve miopes al progreso y a la innovación.
Mantén mi boca cerrada cuando gente valiente me esté diciendo la verdad sobre mi gestión y yo quiera interrumpirlos.
Haz que todos estemos listos para brindar al cliente un servicio de ensueño y que tengamos la humildad de escuchar sus quejas cuando no lo estemos haciendo bien.
Dadme valor para escuchar a los que no piensan como yo, pero que no por eso dejan de tener razón.
Considérame un producto que en tus manos mejore constantemente, especialmente quítame la soberbia y los vicios del ego que me impiden practicar la cualidad que a ti te abunda: la humildad.
Sácame de las cuatro paredes de mi oficina para caminar por donde están los empleados, el cliente, el mercado y mis competidores. No quiero ser un gerente de escritorio.
Provéeme una buena dosis de empatía para que prodigue a mi personal un trato digno y respetuoso, que fomente su autoestima y aumente su lealtad a la empresa.
Hazme entender, Señor, que mis empleados tienen necesidades similares a las mías y que debo pagar salarios dignos, los mejores de la industria.
Ayúdame a fabricar un pac man que se coma toda la burocracia que mis políticas generen.
Detenme cuando quiera correr a alguien porque fracasó en algún proyecto y recuérdame que al eliminar los fracasos, se va también la innovación.
Ayúdame a valorar lo que la gente hace bien, no solo a criticar lo que hace mal.
Hazme un buen líder. Permíteme que busque el conocimiento y la información para mejorar mi toma de decisiones.
Ayúdame a soportar la indiferencia del patrón cuando le hago sugerencias que chocan con sus cien años de gerencia tradicional
Quiero ser un mejor servidor tuyo, sirviendo a los demás. AMEN.
Ing. Ricardo Yohalmo León E.
Máster en Administración de Empresas. (INCAE Business School)