PARA ESTA SEMANA MAYO 20 DE 2018
Pentecostés.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor; que el Espíritu Santo que llenó de fuerza a los apóstoles y les concedió la sabiduría necesaria para enseñar la verdad del Evangelio, sea el que a cada uno de nosotros nos impulse a salir del “encierro” y que como los apóstoles seamos fuertes y fieles en la predicación y testimonio del Evangelio. Jesús sea el anuncio y el amor de Dios el centro de la Buena Noticia.
Este domingo es Pentecostés, han pasado ya 50 días desde la resurrección de Jesús.
Después de la Ascensión, la comunidad está a la espera. Han llegado a Jerusalén. Los judíos celebran la fiesta de la Alianza en el Sinaí y también la llegada de los primeros frutos, de la cosecha. Los varones han llegado de muchas partes a celebrar. Dios que pasa por su pueblo y lo libera es ahora el Dios que prodigiosamente camina con ellos y les concede toda clase de bienes. Dios que pasa y resucita a su Hijo, nos perdona en Él todos nuestros pecados y nos conceda la gracia de ser hombres nuevos naciendo en las aguas del Espíritu y purificado por el fuego de su amor.
El día de Pentecostés, cuando aún el miedo hacía posible el encierro y el silencio del Evangelio, Dios de nuevo se hace presencia; nos regala su Espíritu, fuego abrazador; viento huracanado; palabra hecha sabiduría y fuerza para abrir las puertas, salir y predicar el Evangelio.
Y todo comienza donde había “terminado” o mejor todo sigue como está en los proyectos de Dios porque las cosas de Dios son para siempre y no dependen de la muerte ni de las adversidades humanas para salir adelante. En Pentecostés, en la tranquilidad y alegría de la fiesta, Dios de nuevo irrumpe en la historia de la humanidad para que ahora la historia de Dios sea también la de cada ser humano, que el corazón sabe que Dios todo lo puede y que de Él todo se puede esperar.
Pentecostés se puede llamar el amanecer del segundo día, porque, aunque es en la noche del primer día de la semana que Jesús se aparece resucitado a los apóstoles y sopla sobre ellos el Espíritu de Dios que es también perdón y anuncio, es ese día que se hace realidad, vida, presencia, impulso el Espíritu enviado del Padre.
En Pentecostés se da el final de la presencia de Jesús entre nosotros (apariciones) y el inicio de “su ser” en cada uno, por la presencia misma del Espíritu en nuestras vidas.
El Espíritu de Jesús llega para ayudarnos, ese Espíritu enviado por Dios y que nos permite hacer las obras de Jesús y aún mayores; que nos permitirá asociarnos al misterio mismo de la pasión y muerte del Señor y que nos llenará de la fortaleza necesaria para ser siempre y en todas partes imágenes de Jesús. Recordemos que el Espíritu Santo fue el que acompaño y fortaleció a Jesús en su paso por esta historia y que ahora a nosotros nos corresponde cambiar para que se escriba con y desde el amor.
Invoquemos juntos al Espíritu para que llenando nuestra vida de sus dones nos haga capaces de ser anunciadores del Evangelio, hombres y mujeres de esperanza que luchan y trabajan impulsados por el Espíritu, por un mundo cada vez más justo, misericordioso: parecido al Padre.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd
Fuente: http://ow.ly/Y7NL30moXmT