PARA ESTA SEMANA JULIO 29 DE 2018
Que la gente descanse, se siente, se serene y forme comunidad.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen del La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor nos invita de manera especial a compartir lo que tenemos con los demás; a poner al servicio de Jesús las cosas que tenemos para que Él las multiplique y con lo poco que tenemos Él haga obras grandes, sacie multitudes y nos haga servidores de los pequeños, de las multitudes, de los que andan como ovejas sin pastor. Una semana para sentir que tenemos mucho para dar, que podemos compartir con generosidad y que podemos servir a la multitud. Somos multiplicadores y repartidores de la múltiple gracia de Dios.
A Jesús le sigue mucha gente. Están “sorprendidos”, “maravillados” por los signos que han visto que hace con los enfermos. Jesús sabe que más que milagros o cosas extraordinarias la gente necesita de Dios, la gente tiene hambre; la gente busca consciente o inconscientemente la eternidad, llenar la vida y las obras de esperanza. Dar un sentido mucho más trascendente a las cosas que hacen por sí y por los demás.
En el texto del Evangelio que la Iglesia nos propone para este domingo (Jn. 6, 1-15) hay todo un contexto y Jesús quiere ofrecerse como Pan de vida eterna.
Jesús puede saciar nuestra hambre, colmar nuestra esperanza, llenar de vida y de eternidad nuestro presente, nuestra vida. Jesús se preocupa, no quiere que nos falten las cosas. Todos podemos ayudar a Dios a calmar el hambre y la sed de tantas personas. Todos podemos poner al servicio de Dios nuestro poco, nuestros panes y peces. Es verdad que lo poco no alcanza para la multitud pero también es verdad que nuestro poco es todo lo que Jesús necesita para saciar multitudes. Aquí no es de “esconder” lo que tenemos es de poner al servicio, entregar a Dios todo lo poco que es nuestro todo.
Muchos de nosotros nos pasamos la vida y perdemos la oportunidad de servir porque andamos con la excusa que no tenemos casi nada, que lo poco no alcanza para una multitud. Muchos de nosotros nos queremos desentender del compromiso de pastorear, de hacer sentar a la multitud y de las manos de Dios saciar a todos. Dios existe y nosotros somos el milagro a través del cual Él sacia multitudes.
Que nada se pierda, que los milagros perduren, que el pan nunca falte.
Que los cinco panes y los dos peces regresen a su sitio para nunca nos falte lo que podemos dar, lo que estamos llamados a compartir. La comida que el Señor les preparó, como banquete del cielo, lleva a muchas personas de la multitud al encuentro con Jesús; la comida se convirtió en un signo de eternidad, de presencia de Dios, de cumplimiento de las promesas. La multitud está frente a alguien que tiene en sí la capacidad de colmar las necesidades, de saciar nuestra hambre, de darnos Palabra y en la Palabra al mismo Dios.
Acojamos la invitación que nos hace Jesús de ayudar y de repartir las cosas entre todos. Ayudemos a Jesús y que la gente se siente, se serene ya que Él es el pastor que cuida su rebaño y lo lleva a verdes prados. Organicemos la comunidad, a la multitud y distribuyamos esas cosas que Dios nos tiene preparadas en su Hijo y hagamos todo por compartir con los más necesitados lo que tenemos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: http://ow.ly/nldA30moX0X