PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 14 DE 2018
Al Reino de los cielos hay que llegar pobres para que Dios sea la riqueza del corazón.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Una feliz semana para todos. Dios nos colme con su bendición y nos ayude a vivir dando lo mejor de cada uno; nos ayude a caminar al lado de Jesús y sin otra pretensión que la de amar a las personas que encontraremos a lo largo de estos días.
Para heredar la vida eterna no basta con cumplir los mandamientos y eso lo sabe bien el joven que se le acerca a Jesús para preguntarle (cfr. Mc. 10, 17-30) No está la eternidad en el cumplimiento de deberes. Dios es bueno y como Él tenemos que aprender a ser en relación con los demás y con el Señor mismo. El joven busca que esta vida sepa a eternidad; seguro quiere poder “gozarse de la paz interior” que el solo cumplimiento de los mandamientos no da.
Jesús se lo dice: hay que renunciar a todo y seguirle. Él es la vida eterna.
Y también le aclara que la vida eterna no se “consigue” sino que se vive y se vive en sencillez, en abandono. Olvidarse de sí, dejar la vanagloria y entregarse por completo a Jesús para vivir la vida eterna y para llevar vida a tantas personas que necesitan de nosotros más que de las cosas que tenemos. Dar lo que tenemos a los pobres, a los que no tienen casi nada; ir a Jesús sin nada material, “desnudos” dispuestos a que Él lo sea todo y sea él quien llene nuestro ser. Ir a Jesús con deseos de donar la vida y ponerla al servicio de los otros.
Hoy estamos siendo invitados a mirar no la riqueza ni las obras buenas sino la capacidad de ser pobres, de amar en Jesús a las personas, al Reino y todo su proyecto. El que quiera tener un tesoro aquí y vivir en función de su tesoro no es digno del Reino de los cielos porque el que cree en Jesús sabe y entiende que su mayor tesoro es el Padre Celestial.
Al Reino de los cielos hay que llegar pobres para que Dios sea la riqueza; no podemos entrar ni siquiera con nosotros mismos.
El tema es abandono, desprendimiento, confianza, providencia. Es entrar para descubrir que Dios lo es todo, es la riqueza que anhelamos porque “quien a Dios tiene nada le falta”.
Vale la pena dejar las cosas por Dios porque en Él todo existe y en Él descubrimos que la mayor riqueza que podemos tener es trabajar por el Reino de Dios y su justicia. El mundo necesita de hombres y mujeres que entiendas que la verdadera riqueza está en el corazón que ama, acoge, perdona. Ahí está la felicidad y sentido de la renuncia. Dejarlo todo para seguir a Jesús, es dejarlo todo para encontrar el tesoro escondido, la perla de mayor valor, al ser humano tal cual es.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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