L. Divino Salvador Jesús, dígnate mirar con ojos de misericordia a tus humildes siervos que, unidos en un mismo pensamiento de fe, reparación y amor, vienen hoy a deplorar a tus pies sus infidelidades y las de los otros pecadores sus hermanos. Queremos con nuestras solemnes y unánimes promesas conmover tu divino Corazón y obtener de él misericordia para nosotros, para el mundo y para todos los que no tienen la dicha de conocerte y amarte.
L. ¡Sí, de hoy en adelante te prometemos todos: del olvido e ingratitud de los hombres!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tu abandono en el sagrado tabernáculo!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De los crímenes de los pecadores!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De las injurias hechas a tu divinidad!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De los sacrilegios con que se profana el Sacramento de tu amor!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De las inmodestias e irreverencias cometidas en tu adorable presencia!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De las traiciones de que eres víctima adorable!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De la frialdad de la mayor parte de tus hijos!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De las infidelidades de los que se dicen tus amigos!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡Del abuso de tus gracias!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De nuestras propias infidelidades!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De la incomprensible dureza de nuestros corazones!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De nuestra larga tardanza en amarte!
T. Te consolaremos, Señor
L. ¡De nuestra tibieza en tu santo servicio!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De la tristeza que te causa la perdición de las almas!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tus largas esperas en la puerta de nuestros corazones!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De los amargos rechazos con que eres insultado!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tus quejas de amor!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tus lágrimas de amor!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tu cautiverio de amor!
T. Te consolaremos, Señor.
L. ¡De tu martirio de amor!
T. Te consolaremos, Señor.
L. Divino Salvador Jesús, que has dejado escapar de tu Corazón esa dolorosa queja: Consoladores busqué y no los he hallado, dígnate recibir el pobre tributo de nuestras humildes reparaciones, y asístenos tan poderosamente con el auxilio de tu gracia, que huyamos en adelante de todo cuanto pueda desagradarte, y nos mostremos en toda circunstancia, tiempo y lugar, tus hijos más fieles y abnegados. Te lo pedimos por tu mismo Corazón, a Ti que siendo Dios vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos