CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA EL FIN DE SEMANA: AGOSTO 18 DE 2016.

PARA EL FIN DE SEMANA: AGOSTO 18 DE 2016.

“Apártense de mí, todos ustedes que hacen el mal”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Un abrazo cargado de bendiciones y los mejores deseos para el fin de semana que se acerca. Dios a todos nos guarde en su amor.

El próximo domingo una pregunta será la que oriente la reflexión: ¿Serán pocos los que se salven? (Lc.13,22), pregunta que sigue siendo un misterio y que solo el amor de Dios puede resolver, misterio que también se convierte en una invitación por parte del Señor para cada uno: ¡Esfuércense! Habrá un momento en la vida en el que tendremos que pasar por la puerta estrecha, es decir que solo se podrá pasar con lo necesario, dejando muchas cosas en el camino; casi que para entrar podríamos decir que cabemos nosotros con lo que hemos vivido, con lo que fuimos, con lo que nos queda en el corazón.

En algún momento de la vida, la puerta se cerrará y el quedarse dentro o fuera no dependerá del dueño de la fiesta; dependerá de cada uno, del esfuerzo que haya hecho. Él nos ha invitado muchas veces a ponernos en camino, a ir a trabajar a su viña, a convertirnos.

Y recordemos que por las obras seremos conocidos y que estamos llamados a dar frutos. En la relación con el Señor no podemos seguir siendo solo espectadores u oyentes, tenemos que dar el paso a ser seguidores comprometidos con la causa del Evangelio. No solo por saber de Jesús vamos a salvarnos. Hay un compromiso y tenemos que estar comprometidos; hay que mejorar la relación entre nosotros, nos tenemos que amar, debemos ponernos al servicio de los otros. Acciones claves se convierten en exigencia: amar, perdonar, anunciar la buena nueva.

Muchos que hacen el mal querrán entrar pero justo para ellos la puerta estará cerrada. Muchos que han comido, que han escuchado, que han visto al Señor querrán entrar pero son malos. Muchos de nosotros que nos creemos tan cercanos y tan amigos de Dios podemos estar en el grupo que aquellos que encontraremos la puerta cerrada y a los que el Señor nos dirá que no nos conoce y la razón es sencilla: nosotros no lo reconocimos a Él en los demás, especialmente en los más débiles, pobres y necesitados de amor; No entraremos porque no perdonamos y por lo tanto Él no nos perdonó, porque fuimos injustos justo cuando éramos tratados con justicia y misericordia. La puerta es angosta y se cierra en cualquier momento. Por eso otro un consejo de Jesús: vivamos preparados, estemos atentos y desde ya procuremos quedarnos solo con aquello por lo que somos reconocidos: el amor. La conversión es ya, ahora.

Y que nunca nos vaya a decir el Padre: “apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal” y es que el mal es contrario a Dios; es contrario a la experiencia de amor, es contradictorio con el cielo; el mal es una opción personal de no querer estar con Jesús, de no querer ser como el Padre; es contrario al Espíritu de Dios con el que hemos sido bautizados.

Salvarse es un don de Dios, fruto de su amor, pero en la vida hay que vivir como tales, hay que obrar buenamente siendo santos como Dios es santo, siendo compasivos como el Padre, siendo perfectos como Dios. Para eso nos ha dado la salvación. Salvos salvamos; amados amamos; perdonados perdonamos. Esas son obras que estamos llamados a hacer, frutos que debemos dar.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.