Si hemos muerto con él, también viviremos con él;
Si sufrimos, tendremos parte en su reino;
Y si le negamos, también él nos negará;
Y si no somos fieles, él sigue siendo fiel, porque no puede negarse a sí mismo. (2 Ti 2, 11-13)
Esta segunda carta prosigue en el plano íntimo, personal y práctico de la primera. El autor, que siente muy próxima su muerte, recuerda y agradece a Dios el amor y la fe de Timoteo. Ante el sufrimiento y la oposición, le exhorta a resistir valerosamente las pruebas y mantenerse firme «como un buen soldado de Jesucristo» (.1.1-2-13). Por otra parte, le aconseja no enredarse en polémicas » por cuestión de palabras». que no sirven de nada, sino que perjudican a quien las oye, y degeneran en pleitos. Le recomienda igualmente cuidar de su vida personal, y mantenerse firme en las enseñanzas que, conforme a las Escrituras Sagradas, ha recibido desde niño. (2,14-4,5).
Fecha: Probablemente fue escrita desde Roma, año 65 – 67 d.C. Esta carta contiene las últimas palabras del apóstol.
Propósito:
General: Animar e instruir a un evangelista joven en su labor ministerial.
Especial: Pedirle a Timoteo, su hijo en el evangelio, que vaya pronto a Roma, para que él pueda tener el consuelo de su compañía.
Marco Histórico: Se cree generalmente que Pablo estuvo encarcelado en Roma dos veces, y que fue durante la segunda vez que escribió esta carta. Anteriormente había tenido alguna libertad pues vivía en una casa alquilada (Hch 28:30)
Durante ese tiempo tenía acceso a sus amigos, pero ahora estaba incomunicado y aun Onesíforo había tenido dificultad en encontrarlo. Muchos de sus compañeros lo habían abandonado, y esperaba ser ejecutado pronto. Un tono triste de soledad se hace sentir a través de la carta, y no sorprende que Pablo esté ansioso de ver a su amado Timoteo.
Fecha y lugar de redacción
Esta Segunda epístola a Timoteo (=2 Ti), discípulo y colaborador de Pablo, tiene un acento especialmente dramático. Según algunos interpretan los testimonios que encontramos en la propia carta, su redacción puede situarse en la época de Nerón, por los años 66 ó 67, cuando el apóstol se encuentra preso en Roma (2.9; cf. 1.8, 16–17).
Ya anteriormente había pasado dos años en la cárcel, en la capital del imperio; pero fueron dos años de prisión atenuada, de un régimen abierto que incluso le permitía disponer de vivienda independiente (Hch 28.30). Después de esto, parece que fue puesto en libertad, y que durante algún tiempo pudo dedicarse nuevamente a su labor de apostolado en Macedonia, Creta, Asia Menor y otros lugares.
Pablo encarcelado
Más tarde, Pablo volvió a ser apresado; pero esta vez, que es la referida en 2 Timoteo, la situación resultó por completo diferente. Él mismo dice que las condiciones de su cautiverio eran ahora tan duras que incluso se le trataba «a modo de malhechor» (2.9), lo cual significa, entre otros males, que estaba sujeto con cadenas (1.16). Y el término previsible de sus expectativas era el de una cercana ejecución: Porque «yo ya estoy próximo a ser sacrificado» y «el tiempo de mi partida está cercano» (4.6–8).
A la gravedad de esta situación personal del apóstol habría que añadir una gran tristeza, causada por el mal comportamiento de algunos, como Demas y Alejandro el calderero (4.10, 14), y por verse olvidado de otros en circunstancias muy difíciles y angustiosas (4.16).
Es probable, además, que su salud se hubiera quebrantado en la prisión, y que careciera de la indispensable ropa de abrigo (4.13).
Todo esto le ocurría cuando solamente tenía a su lado a Lucas (4.11), pues sus otros colaboradores se hallaban ausentes de Roma, entregados al cumplimiento de sus respectivas tareas y ministerios. Esa desfavorable acumulación de circunstancias explica la insistencia con que Pablo ruega a Timoteo: «Procura venir pronto a verme» (4.9), «Procura venir antes del invierno» (4.21).
De la presente epístola, la última del apóstol, se ha dicho que representa su testamento espiritual. En ella exhorta a su «amado hijo» Timoteo (1.2) a mantenerse fiel y a no avergonzarse de ser testigo de Jesucristo (1.6–2.13). Y le encarga que anuncie con diligencia el evangelio (3.14–4.2), que amoneste con prudencia a los creyentes (2.14), que los corrija con humildad (2.24–25) y que esté dispuesto a hacer frente a las penalidades «como buen soldado de Jesucristo» (2.3. Cf. 2.9; 3.12; 4.5).
La epístola también previene a Timoteo contra conductas desviadas que algún día podrían llegar a introducirse en la iglesia, cuando gente «con apariencia de piedad» (3.5), «hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe» (3.8), se «apartarán de la verdad… y se volverán a las fábulas» (4.4).
Final de su vida
Ante el previsible próximo final de su vida (4.6–8), el apóstol aconseja a su discípulo acerca del mejor cumplimiento de la responsabilidad pastoral que le había encomendado: «que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» (1.6); «esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús» (2.1); «haz obra de evangelista, cumple tu ministerio» (4.5).
La carta concluye con una serie de instrucciones, a Timoteo, confidencias acerca de la propia situación del autor: preso y abandonado de muchos, sufriendo la enemistad de otros, con sólo Lucas a su lado, y con el deseo de que él, Timoteo, venga pronto a verlo. En medio de todo, sin embargo, el Señor ha estado con él y lo ha ayudado, por lo cual le da gloria (4,6-22). En todo esto se invoca el ejemplo que el autor ha dado a Timoteo en su manera de vivir y en sus enseñanzas, su determinación, paciencia, fe, amor y fortaleza para soportar la persecución.
ESQUEMA DEL CONTENIDO:
Salutación (1.1–2)
Testificando de Cristo (1.3–18)
Un buen soldado de Jesucristo (2.1–13)
Un obrero aprobado (2.14–26)
Carácter de los hombres en los postreros días (3.1–17)
Predica la palabra (4.1–8)
Instrucciones personales (4.9–18)
Saludos y bendición final (4.19–22)
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