PARA EL FIN DE SEMANA: AGOSTO 25 DE 2016.
Sentir su amor es un privilegio.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo pleno de bendiciones para el fin de semana en el que la humildad y la sencillez, el dar con generosidad y amar sean las notas características de una experiencia de Dios que se vive entre los más cercanos al corazón.
Desde el Evangelio de Lucas (14, 1.7-14) podemos intuir que lo más importante, en la experiencia de la fe y que se va descubriendo con el pasar del tiempo, es el haber sido invitados a participar de la gracia de ser de Cristo, de llamarse cristiano, de encontrar como horizonte de vida y como proyecto de salvación el amor. Poder ser anunciador del Evangelio; ir y contar, hablar a los demás de Jesús, participar de su mesa y escuchar, como comunidad de fe su Palabra; sentir su amor misericordioso, es el privilegio y también la alegría más grande que un cristiano debe tener. Esa es nuestra grandeza, nuestra dignidad y desde donde se pueden ir relativizando las cosas por las que el mundo cree ganar nombre o prestigio.
Vivir con sencillez y con apertura, mirando siempre a los demás como amados y merecedores de la gracia de Dios. Servir y entregarse sin esperar recompensas o gratitudes; saberse de Dios, trabajar por el Reino, dar y darse, es lo que aparece como fruto de una vida de fe y lo que desde el ser hombres y mujeres de Dios nos genera paz, alegría y sobre todo eternidad.
La pequeñez y la humildad siguen siendo pilares sobre los cuales se construye una vida en Cristo. Dios tiene mucho que pedir a una persona humilde, a las personas que saben esperar y que también saben decir sí a las propuestas de Dios como lo hizo María, porque justo son los pobres de espíritu, los humildes y sencillos los que entregan todo y descubren que al dar reciben y al hacerse pobres Dios los enriquece. Para los cristianos siempre será importante saber humillarnos para darle a cada uno su puesto, su dignidad. Tratar de pasar desapercibidos o haciendo todo lo posible para que los demás se sientan grandes.
Nunca podremos olvidar que en el proyecto del Reino de Dios, los pobres son los que cuentan, lo que heredarán la tierra y además los que serán primeros en el banquete.
Nosotros a servir y alegrarnos por la fe y la disposición de tantos hermanos nuestros que alejados de Dios le buscan de corazón. Vamos a abrirnos a la experiencia del darnos; vamos a dar pasos hacia el reconocimiento de la dignidad de las otras personas; crezcamos en sencillez y acogida y aprendamos que entre menos esperemos de los demás seremos más felices y nuestra generosidad perderá la medida de la gratitud lo que nos hará libres y felices.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.