PARA ESTA SEMANA MARZO 21 DE 2021
Muriendo a nosotros mismos.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Reciban mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que en su amor entrega la vida por nosotros para que nuestra vida también tenga sentido en la entrega incondicional que hacemos por las personas que amamos. Vivamos dándonos, la plenitud de la vida está en el amor a Cristo y a los hermanos.
Podríamos decir que vamos llegando al momento culminante de la vida de Jesús y sobre todo de su ministerio.
Todo lo dicho y todo lo hecho ahora cobrarán el pleno sentido. Jesús está en Jerusalén y sabe del poder que tienen los líderes religiosos sobre el pueblo y las influencias que se manejan con los gobernantes. Jesucristo sabe que sus enemigos están queriendo no solo acallarlo sino también quitarle la vida; Jesús no tiene miedo, si es necesario Él está dispuesto a entregar la vida por la verdad, de demostrar con la sangre que se derrama que el amor por los suyos llega hasta el extremo. Que el plan trazado por Dios de salvación sigue adelante a pesar de la muerte, porque justo será después de la muerte que Dios mostrará su poderío y su amor al resucitar a su Hijo y será el resucitado la fuerza que siga moviendo y animando a la comunidad apostólica.
En el recuerdo de los discípulos las enseñanzas de Jesús, sus predicaciones, sus milagros, permanecerán y harán que ellos, en el nombre del Señor, se reúnan y den prolongación a su obra haciendo las cosas que Él hizo en favor de la humanidad.
Recordarán muchos momentos vividos, y comenzarán a descubrir que la fuerza del Resucitado, el Espíritu venido de lo Alto enviado por el Padre, está moviendo sus vidas, fortaleciendo su fe y haciendo que ellos mismos en lo que hacen y predican sean los frutos que el grano de trigo ha dado después de haber muerto.
Para Jesús sentir tan de cerca el momento de su muerte, que Él quiere vivir como momento de glorificación en el que el Padre muestre al mundo, que su amor es incondicional, que nada hará que el proyecto del Reino se paralice, se convierte en una invitación a seguirlo, a desprenderse para encontrar así la vida eterna. No tengamos miedo a la eternidad y vayamos desde ahora muriendo a nosotros mismos para que sea el Señor quien viva en cada uno.
Jesús levantado en alto será por siempre el signo de un amor entregado, de un amor que salva y de un amor que invita al amor. Que al mirarlo entendamos también nosotros encontremos el sentido de la vida en la entrega del amor.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/yNJb50D4tDR
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