Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Los saludo y les deseo lo mejor para la semana que comenzamos, que sean días de paz y de alegría. Días en lo que experimentemos la presencia de Dios en nuestras vidas y en los que ante los proyectos no tengamos miedo.
No estamos solos, Jesús está con nosotros y no permitirá que las tormentas, ni los vientos, acaben con nuestros deseos de llegar a lugar de seguro, de cumplir los sueños. Jesús va con nosotros, es Dios con nosotros.
Jesús es el Señor de los mares, de todo lo creado.
La confianza en Él nos permitirá caminar seguros, navegar sin miedos y dar lo mejor con la alegría de saber que el Señor de los mares, de la creación, está ahí, a nuestro lado.
En el Evangelio de este domingo XII del Tiempo Ordinario (Mc. 4, 35-41) Jesús quiere estar a solas con sus discípulos, está cansado y se duerme. Jesús tiene confianza en los apóstoles que llevan la barca. En la travesía ellos se llenan de miedo por la tempestad, por el agua que entraba a la barca y despiertan a Jesús. Ellos no se olvidan que el Señor está con ellos, saben que tiene poder, que puede calmar los vientos fuertes, que el mar le obedece. Ellos no dudan que Jesús es Dios y obra con sus poderes.
Jesús no los dejará ahogarse, no dejará morir.
Le pide fe, les pide que no tengan miedo y se sorprenden que el Señor haya calmado la mar. Este acontecimiento renueva y fortalece la fe de los discípulos. Ya no es por lo que se cuenta de Él, es por lo experimentado, por lo vivido, a Jesús le llena el saber que ya no tenemos miedo.
Dios obra en el momento oportuno, los miedos nos hacen gritar, desesperarnos. Los miedos nos llevan a olvidar que Dios está ahí, que en Jesús está el amor y la seguridad. Dios obra en su tiempo y nosotros, en su presencia, debemos ser fuertes, debemos luchar, debemos saber esperar.
Nosotros le “importamos” a Jesús, Él calma el viento huracanado, a Él las fuerzas de la naturaleza le obedecen y nosotros también podríamos hacerlo en la medida que nos entreguemos a Dios, que tengamos fe y estemos realmente convencidos que las obras que Dios quiere hacer las hace por y en nosotros. Él ama, Él acompaña y protege a su pueblo en nosotros. Él alimenta, sana y perdona en nosotros. Él nos ha elegido para que nosotros abandonados en Él, dejemos que Él sea en cada uno. Dios jamás abandona a su pueblo. Dios nos ama.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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19. Ave María en varios idiomas
20. Coronilla de la divina misericordia
Fuente: P. Jaime Palacio
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