PARA EL FIN DE SEMANA: SEPTIEMBRE 8 DE 2016.
Nunca hay que olvidar: antes de irnos o al regresar: ser como el Padre.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Reciban mi saludo cordial que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor nos acoge y perdona.
En el texto de Lc. 15, 1-32 podemos darnos cuenta cómo Jesús tenía una palabra para cada uno, la gente se siente acogida y sobre todo amada. Quienes se acercan a Jesús buscan paz en el corazón, buscan amor. Jesús recibe a los que nadie recibe, habla con los que no son escuchados; ama a los que la sociedad no perdona o desprecia. Jesús no vino a condenar, ahora nos acerca a los demás y a todos enseña lo que significa la misericordia que no es un asunto solo de perdón sino también y esencialmente de amor.
Dios, en Jesús, ha venido a encontrarnos, el pecado, la rebeldía, la curiosidad, el cansancio a muchas personas les ha podido y por eso han tomado la decisión de marcharse, de ya no querer quedarse en casa, de alejarse de la experiencia de amor que los vincula. Son personas que Dios sabe que están con necesidad, que se fatigan, que pasan hambre y sed y como no regresan por su propia cuenta por eso les busca y al encontrarlas hace una fiesta, las carga.
Necesitamos sentarnos, sentir el dolor de la pérdida; necesitamos tener hambre de Dios, y sentir el deseo de regresar.
Déjate encontrar por Dios, detente y cuídate de los lobos rapaces. Jesús que te busca te encontrará y te cargará. Hará una fiesta contigo, para ti.
Saber que Dios nos ama, buscar a Dios que nos ama, dejarse encontrar por Dios que nos ama es ya convertirse, es ya el camino del arrepentimiento. Los publicanos y pecadores se acercaron a Jesús que los buscaba; nosotros vayamos a Jesús que también nos busca, nos quiere sanar, purificar y desea ardientemente que al sentirnos amados cambiemos de vida. El que necesita el médico que lo busque, el que quiera saberse amado y perdonado; el que quiera una nueva vida, que se acerque a Jesús, se deje consolar y cargar.
No sigamos lejos del amor. Alimenta el deseo del cambio y siente el dolor del pecado. Jesús ha venido para restaurar tus perdidas y para llenar de vida lo que el pecado te mató, te acabó.
Dios en Jesús es el pastor que te busca, la mujer que te busca como a su mayor tesoro. Eres importante en el amor de Dios. No eres uno más. Dios también ha hecho sacrificios por ti, Dios ha caminado contigo, te ha buscado cuando te has perdido, te ha demostrado en cualquier circunstancia su amor siempre fiel y es por eso que cuando decides detenerte, acercarte a Él, dejarte cargar, convertirte o arrepentirte la fiesta se hace grande porque ambos: Dios y tú se lo merecen.
Reconozcamos que alguna vez nos hemos ido aunque muchos crean que se quedaron. Alguna vez nos hemos alejado, aunque no lo creamos, de la experiencia amorosa de Dios. Todos hemos sido ovejas perdidas, monedas encontradas; hijos pródigos y hermanos mayores. Ahora a poner la mirada en el Padre: Que espera, que sale al encuentro, que conforta, que anima, que hace fiesta. El Padre es amor y misericordia.
Nunca olvidemos: ser como el Padre que es santo, que es perfecto. Ahí la mirada antes del irnos o al regresar.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.