CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL 15 DE OCTUBRE DE 2017 – XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDIANRIO. CICLO A.
Isaías 25,6-10; Salmo 22; Filipenses 12-14.19-20; Mt 22,1-10
En el Evangelio que nos propone la Iglesia para esta semana, encontramos la imagen de un Dios absolutamente generoso que le ofrece salvación a la humanidad entera; quien aceptando a Jesucristo, permite de inmediato que el reino de Dios acontezca en su vida.
Ubicados en la parábola de este domingo, observamos que el rey LLAMA e INVITA a sus criados a la celebración de la boda de su hijo; lo cual nos recuerda el actuar de Dios en el antiguo testamento, quien siempre llamó a los patriarcas, a los profetas, y a los jueces a hacer parte de su reino anunciando la buena noticia de la salvación por la vía del amor, de la misericordia y la conversión.
Algunos de los antes mencionados se resistieron
En el caso de Moisés aducía como excusa su incapacidad para hablar, en el caso de Jeremías su inmadurez y su juventud y por este camino muchos de los llamados por Dios para ejercer la misión concreta de ser sus testigos en medio del pueblo le dijeron “no”; con miedo rechazaron su invitación, pero la fuerza de la palabra cautivó su corazón y fueron vencidos por ella, hasta el punto de cumplir a cabalidad con lo mandado por Yahvé, sin importar la necesidad de ofrendar su propia vida por amor a Dios.
En lo que a nuestra parábola concierne, el rey llamó a sus criados para que estuvieran con él, para que se alegraran con él en el contexto de la boda de su hijo, y los llamó con amor porque los amaba; los llamó con ternura porque más que sus criados eran sus amigos; los llamó de manera confiada, los invitó de corazón y los criados le respondieron con indiferencia, indolencia, apatía, desidia y desamor; despreciaron su llamado de manera radical, situando en primer lugar sus propios deseos, su voluntad, sus fincas, casas, familias, sus amigos y sus negocios que a Dios su Padre; desplazando de esta forma la centralidad del rey en sus vidas, su voluntad y su confianza.
Nosotros también le hemos dicho a Dios “NO”
En muchas ocasiones hemos dejado a Dios para después, hemos antepuesto nuestros caprichos a la voluntad de Él, y cerrando nuestro corazón al banquete del reino de los cielo, al banquete de la vida, al banquete de la presencia de su Hijo amado en la Sagrada Eucaristía, conscientemente y por la vía de nuestro propio orgullo hemos construido nuestra casa personal sobre la arena movediza de nuestros pensamientos y no sobre la roca firme de aquél que sostiene nuestra existencia: Jesucristo.
En esta parábola se evidencia cómo la libertad de los criados los llevó a despreciar a Dios, acogiendo en su corazón lo accidental de sus bienes, que de frente al Señor resultan ser basura; se observa también el apego a las cosas materiales como si estas fueran eternas, desconociendo al Señor como el Tesoro que lo contiene todo y que llena los vacíos más hondos del corazón humano.
Hermanos y hermanas conocedores como somos de Jesucristo, el Hijo del Rey, que nos invita todos los días al banquete de bodas de la Eucaristía, no podemos postergar nuestro “SI” consciente y decidido en nuestra adhesión incondicional a Él, no podemos construir nuestra vida cristiana al margen de la divina Eucaristía, el banquete de bodas del Cordero; de ninguna manera podemos despreciar al “Pan Vivo bajado del cielo” que se nos da como alimento de vida eterna.
Nos es reprobable desatender la invitación que Dios nos hace a vivir alrededor del altar del reino de los cielos
Alrededor de aquél que se ha convertido en vida nueva para el mundo; por el contrario, animosos y alegres, y con un corazón lleno de gozo hemos de acercarnos al banquete del Señor Jesús para alimentarnos todos los días de su Cuerpo y de su Sangre, sacramento de reconciliación, de vida y de unidad en la comunidad.
Sólo a los pies del altar y sólo en la presencia de la sagrada Eucaristía, nos es posible decir con san Pablo en su carta a los Filipenses Cap 4, 13-14: “Sé vivir en la pobreza y sé vivir en la abundancia. He aprendido a hacerle frente a todo y en cualquier momento; a tener de sobra y a pasar hambre; a la abundancia y a las privaciones. Todo lo puedo gracias al Señor que me da fuerza”.
El cristiano convencido de su fe, ha de procurar entonces, descubrir y encontrarse con el Señor en el adorable Sacrificio del Altar y con este propósito ha de invocar a la Santísima Virgen María para que con su ayuda y guía, pueda decirle siempre “SÍ” a aquél que un día lo llamó a la vida ya no para ser su criado, sino su amigo.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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