CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA: OCTUBRE 20 DE 2014.

No dar al César lo que es Dios.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que nos invita a entregar a Dios lo mejor de cada uno para que a través de nosotros el bien llegue a toda la humanidad.

Cuando Jesús nos dice: “a Dios lo que es de Dios” a mí me suena a hacer las cosas que tenemos que hacer, si podemos un poco más y hacerlas bien hechas. No es llevar una vida sometida, es en todo momento y en cualquier circunstancia actuar con la libertad de los hijos de Dios, de los que se dejan llevar por el Espíritu. Todo con alegría, con paz, con serenidad.

Le damos a Dios lo que Dios mismo nos ha dado. Le damos a Dios eso de nosotros que le es propio. A Dios le damos nuestro amor cuando nos valorarnos y cuando amamos a los hermanos. A Dios le damos la bondad en la generosidad con los hermanos. A Dios le damos el mundo y su creación en el cuidado que tenemos del mismo.

Dar a Dios lo que es de Dios es permitir que Él se gloríe en nuestra vida, en nuestras obras, que Él se sienta siendo Él mismo en todo lo que hacemos. Es ese poder decir: somos de su entera complacencia. Él se alegra en cada uno.

No es entrar en conflictos es aportar para la solución de los conflictos. Es no hacerse cómplice en el pecado pero sí ser capaz de ser misericordioso frente al que peca. No es oponerse a un gobierno, pero sí ser capaz de tomar decisiones claras y sensatas a la hora de votar. No es procurar engañar y robar sino denunciar a tanto ladrón que se aprovecha de la obligatoriedad de las cosas y hasta abusa del poder.

Dar a Dios lo que es de Dios es mantener el ímpetu, el señorío. Ese donaire que de nadie ni de nada deberías dejar quitarte. Aquí no es de justificar las malas acciones sencillamente por rebeldía, es saber que en todo somos de Dios y que solamente en la conciencia de cada uno sabe hasta dónde Dios está siendo el Señor de las decisiones que se toman; porque muchos dicen que son Dios y están en Él pero le han vendido su alma al diablo. Dan al César lo que es de Dios tanto es así que ya no les queda nada, solo la propia deshora y el amor misericordioso de Dios que sigue rescatando al ser humano de su no ser, de su lejanía de Dios.

Damos a Dios lo de Dios cuando sabemos que todo le es de su propiedad y nosotros somos administradores de su gracia. Damos a Dios cuando vemos que una multitud está hambrienta y ponemos los cinco panes y los dos peces al servicio de Dios para los demás. Damos a Dios cuando perdonamos todas las veces a quien nos ofende, cuando lavamos los pies a los demás, es decir, cuando reconocemos su grandeza y dignidad.

Damos a Dios cuando aún nos conmueven los generadores de violencia, cuando aún nos duelen los enfermos y cuando visitamos al que está en la cárcel o damos de comer al hambriento o de beber al sediento.

Damos a Dios cuando oramos por gobiernos justos, por gobernantes limpios de corazón y cuando nos duele terriblemente el dolor de los otros. Dar a Dios es tener el corazón solidario y capaz de amar siempre y en toda circunstancia.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd