Primero de Cuaresma
EL CAMINO DE JESÚS Y DEL DISCÍPULO HACIA LA PASCUA (I)
De las aguas del Bautismo a la arena combativa del desierto
Marcos 1, 12-15
Introducción
Aún resonaban las amorosas palabras del Padre en sus oídos, “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección” (Marcos 1,11), cuando el mismo Espíritu que lo había ungido lo condujo por las rutas antiguamente pascuales del panorama abrasados, con piedras calcinadas por el sol, del desierto.
Esta emocionante escena es el preludio de todo el ministerio de Jesús y también de los caminos que el discípulo está llamado a recorrer en el seguimiento del Maestro. Así volvemos al momento originante del camino.
Lo que Marcos nos relata no son momentos puntuales y aislados dentro de la vida de Jesús, sino de constantes. Estos mismos acontecimientos se reproducirán en las rutas del seguimiento, punto de partida para la misión.
1. Leamos Marcos 1,12-13
“12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto,
13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían”.
Una vez que Jesús ha asumido el proyecto del Padre como suyo, los primeros pasos de su camino lo llevan a la consolidación de la experiencia vivida. El Espíritu lo conduce al desierto, el espacio de la maduración, de la formación, de la escucha. Curiosamente el Espíritu no lo ha conducido inmediatamente a la misión, sino ante todo a la palestra del combate con el maligno.
A diferencia de Mateo y Lucas, las tentaciones de Jesús en Marcos duran todos los 40 días. El término “peirasmós”, técnicamente usado aquí, indica que Satanás pone a prueba la fidelidad de Jesús al camino trazado por el Padre.
En esta situación se proclama la victoria de Jesús:
• Vence la violencia opresora y divisora del hombre y se anuncia que él trae la paz escatológica (cfr. Is 9,5 y sobretodo 11,6-9) en la que habita una humanidad nueva capaz de solidaridad, de servicio y de amor en el construir la historia.
• El servicio de los ángeles evoca la protección de Dios con su profeta perseguido, indicando así de qué manera Dios Padre participa en los combates de su Hijo y de qué lado está en los conflictos de la historia. Con todo ello se presenta a Jesús como a Adán en el paraíso, pero no retro-proyectado hacia atrás sino anunciado hacia el futuro, como una realidad que va a suceder. Jesús es el nuevo Adán, el prototipo de una humanidad nueva que nace en su carne y se forma en su seguimiento.
Las tentaciones atraviesan la vida de Jesús y en todas ellas Jesús constantemente renueva su “SÍ” al proyecto del Padre:
• Vienen de los fariseos que le piden demostraciones de poder para evitarse el camino doloroso de la fe (cfr. Mc 8,11-13).
• Vienen del mismo discípulo que acaba de confesar la fe pero que se intenta apartarlo del camino. A él le responde: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamiento (=proyectos, caminos) no son los de Dios sino de los hombres” (Mc 8,33).
• Vienen de su mismo corazón de hombre que le teme a la muerte: “Y decía: ¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti, aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mc 14,35).
• Vienen de los adversarios (los espectadores de la pasión y los sumos sacerdotes) que lo invitan a bajarse de la cruz: “!Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!… ¡Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos!” (Mc 15,30).
También el discípulo y el misionero pasarán por las pruebas de su Maestro. Toda tentación es negación del camino de la fe, un claudicar del “Camino del Señor”.
Desde ya comprendemos que seguir a Jesús supondrá pruebas que vienen de muchos lados, pero que también como su Maestro no estará sólo y que si se apoya en la victoria de él -el más fuerte- saldrá siempre adelante sostenido en su fidelidad. Esta fuerza nos será ofrecida en su misterio pascual, misterio en el que nos sumergiremos bautismalmente.
2. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia
“No hay que temer únicamente la persecución que se desencadena de forma patente contra los siervos de Dios, con el objetivo declarado de eliminarlos: es más fácil estar en guardia cuando el peligro a temer es evidente; y, cuando el enemigo se muestra claramente como tal, el ánimo tiene tiempo de prepararse para el combate.
Al contrario, el enemigo es un enemigo que hay que temer y con el cual hay que tener mayor cautela cuando se insinúa de forma escondida, cuando penetra camuflado bajo apariencia pacífica, serpenteando ocultamente: y no es por acaso que es llamado también con este nombre.
Siempre fue así su astucia, su oculta y tenebrosa capacidad de insidiar al hombre. Así, desde el inicio del mundo, engañó y sorprendió a las almas ignorantes, de credulidad indefensa, lisonjeándolas con palabras mentirosas; así también en otro tiempo se aproximó furtivamente del propio Señor para tentar, como si pudiera sorprenderlo y engañarlo, pero fue descubierto y repelido; y fue derrotado porque fue reconocido y desenmascarado”.
(San Cipriano, “La unidad de la Iglesia Católica”)
3. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
3.1. ¿Qué relación hay entre Bautismo y Tentación? ¿Cómo se explica que sea el Espíritu Santo el que conduzca a Jesús al desierto para ser tentado?
3.2. ¿Qué indica el número 40? ¿Por qué Jesús va al desierto?
3.3. ¿Qué se entiende por “Tentación” en el Evangelio? ¿Es el mismo concepto de “tentación” que tiene la gente?
3.4. ¿Con qué imágenes se proclama la victoria de Jesús sobre Satán? ¿Qué se quiere decir con la expresión: “Jesús es el Nuevo Adán”?
3.5. ¿De qué manera aparecen las tentaciones a lo largo del Ministerio de Jesús en el Evangelio de Marcos? ¿Cómo se dan en mi vida cristiana?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
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