PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 24 DE 2016
La bondad tiene su origen en el amor y el amor es de Dios, viene de Dios.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial y lo mejor para la semana que comenzamos. Dios a cada uno nos cuide y nos proteja en su amor, nos ayude en nuestras necesidades y acoja nuestros actos de amor como alabanza de la vida que se ofrece como la suya para la salvación de los demás.
No deja de ser cuestionante la afirmación del Eclesiástico 35, 15 “El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias”. Esto es duro para las personas que gustan de presumir lo que no son, que gustan de aparentar donde y con quien no deben y que miran con aires de indiferencia a los demás. El Señor es justo, mira nuestras obras buenas o malas, pero también las mira desde la relación que tenemos con los demás. Luego, siguiendo en el texto encontramos las siguientes afirmaciones que definen a Dios como juez: No menosprecia a nadie, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos angustiosos del huérfano, ni las quejas insistentes de la viuda (cfr. Ecl.35, 15b-17.20-22) Dios nos ama, siempre está dispuesto a atender nuestras necesidades y a escuchar nuestras súplicas.
Dios nos conoce a fondo, nos conoce desde el corazón. Algún día tendremos la oportunidad de encontrarnos con Él, de descubrir su inmenso amor y seguramente tendremos la tentación de arrojarnos, de sumergirnos, en las profundidades de su amor, de su corazón. Dios, y esta debe ser la certeza de fe, no nos abandona, su amor perdura para siempre y va más allá de nuestro pecado o de nuestra condición social o religiosa. Nos conoce a fondo, cree en nosotros, ha hecho un acto de fe, desde su amor, cuando nos regaló la misericordia. Dios espera, sabe esperar, así nosotros debemos aprender a esperar de Él sin fatiga.
De las enseñanzas del Evangelio aprendemos que Dios escucha la oración del pobre y sencillo; que se complace en los humildes de corazón; también nos dice que son bienaventurados los humildes, los sencillos, los mansos. Dios al humilde lo justifica cuando reconoce su pequeñez y fragilidad. Cuidado entonces con despreciar a alguien. Todos somos dignos a los ojos de Dios, para todos es la salvación, el amor es un regalo de Dios para cada uno y por más despreciable, pecador o mala persona que alguien te parezca ten cuidado al condenarlo, al emitir juicios de valor, al despreciarlo. Hay cosas que es mejor guardar en el silencio de la fe y evitar que lleguen al corazón para que luego no salgan iras o mentiras o desprecios. El corazón hay que cuidarlo, llenarlo de amor, para que eso sea lo que salga, para que cuando amemos o hagamos el bien lo hagamos desde el corazón, de corazón.
La bondad de una persona no está solo en el cumplimiento de mandatos o en el responder por las obligaciones religiosas; la bondad del ser humano está en Dios, por eso hay que ser como es Dios en cuanto al amor, a la bondad, a la santidad, a la misericordia. “sean como el Padre que es bueno” La bondad de una persona está en el amor que le tiene a Dios porque ese amar a Dios se convierte en el motor que le impulsa a entregarse del todo.
Dios es plenitud y nos mueve al amor dejémonos conducir por el amor, escuchemos el corazón y guardémonos de todo juicio que desprecie a los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.