Tener claro quién es Jesús es importante.
Nosotros ya sabemos que Él es el Mesías, el Hijo de Dios. Si Jesús nos hace la pregunta quién es para cada uno de nosotros, la respuesta será fácil, la que aprendimos desde niño: Eres el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador. ¿Hasta dónde esa respuesta que podemos dar es una verdad que implica nuestra manera de vivir, de relacionarnos con los demás? La experiencia de Jesús debe ir más allá de una profesión de fe. Él quiere habitarnos, hacer de nosotros su morada, seguir su obra con nosotros y desde nosotros. Por eso es importante que pasemos de una fe que se profesa con los labios a una fe que cambia, que involucra nuestra existencia y que permite que nuestras obras nazcan todas del amor que tenemos, que sentimos por Él. Profesemos la fe pero obremos conforme a la misma. Sirviendo y dando la vida por los demás.
Jesús es el Mesías que ama y su amor es la forma que Él ha elegido para salvar.
Amar implica abajamiento, renuncia, comprensión, perdón y misericordia. Jesús, por amor, está dispuesto a no renunciar a su proyecto salvador aunque le juzguen, le persigan y le calumnien. El amor supera los sentimientos de las personas que amamos. No será fácil salvar con paciencia, ternura, amor. No será fácil liberar un pueblo sin armas, sin violencia. Este proyecto del Reino es con amor y desde el amor. Y todo parte de la acogida, ya no hay marginados ni excluidos, sigue la invitación a la conversión que es la apertura de corazón a Dios, la disposición de volver a sus caminos para que caminemos por su caminos. Y todo termina en una vida en la que todos nos acogemos, nos perdonamos siempre y compartimos los bienes materiales y espirituales que tenemos.
No perdamos la dimensión de ser discípulos, no dejemos de caminar detrás del Señor.
Le seguimos, siempre atrás como discípulos. Él nos enseña, nos exhorta e invita a que seamos fuertes en el camino y sobre todo fieles al proyecto del Reino en el que el amor se convierte en la forma de recuperar lo que Dios quiere para la creación. Amar como Jesús ama. Esa puede ser la cruz que debemos tomar: la del servicio, la del perdón, la del amor. Al enemigo se le vence con amor y eso requiere paciencia y entrega.
Nunca pretendamos cambiar el proyecto, lo mejor que podemos hacer es aprender de Jesús y ser fieles a lo que nos enseña; hacer desde Él, acogiendo su Palabra, la voluntad de Dios. Jesús aunque muera siempre será el Hijo de Dios y el Mesías. Y si amar cuesta la muerte Él está dispuesto a pagar el precio. Pero ni el orgullo, ni la prepotencia, ni la obstinación de los enemigos, le harán cambiar la convicción profunda de que solo el amor salva.
Aprendamos a ser discípulos, sigamos profesando la fe en Jesús Mesías y salvador y nunca nos cansemos de amar que en el amor está la salvación. Estamos siendo llamados a amar.
Con mi bendición:
Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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