CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
III DOMINGO DE ADVIENTO
Sofonías 3, 14-18a; 2-3; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18
La Palabra del Señor además de ser un contenido, es fundamentalmente ACCIÓN; en ella encontramos los parámetros éticos para nuestro actuar cotidiano, ella nos anima a hacer y a ser, vuelve dinámica nuestra vida y posibilita la coherencia del buen discípulo de Jesús en su actuar, en su hablar y en su pensar, cuestión que me lleva a decir que la mayoría de cristianos suficiente o deficientemente conocemos la Palabra de Dios como CONTENIDO, pero no necesariamente como contenido ligado a una acción determinada y consecutiva.
Con base en lo antes mencionado, les presento tres acciones, actividades, objetivos o metas, que hoy nos traza la Palabra para ser ejecutados.
La misión que tenemos en nuestras manos llevar a cabo, es el plan de Dios para nosotros en este adviento y en esta navidad, es el compromiso personal y comunitario que se debe plasmar en la cotidianidad, que no se circunscribe obviamente al marco de una temporada tal, sino a la vida completa del creyente.
Aquellos que sufren en este tiempo son los pobres, los huérfanos carentes de la ternura de una madre y del amor de un padre; son los familiares de las personas secuestradas que como es obvio, en ocasiones declina su esperanza; son los que viven en soledad, sin más compañía que su propio espíritu, son los desempleados que anhelan con deseo infinito laborar en aras de su bienestar personal y familiar, éstos y muchos más son los que sufren, éstos son los predilectos de Dios, éstos hermanos, se constituyen en nuestra misión redentora.
Pero para comprometernos con la anterior acción se necesita vivir y albergar en nuestro ser, la virtud de la PACIENCIA (segunda acción), propia de nuestra Madre del cielo, virtud que posibilita una espera gozosa de días mejores y circunstancias de alegría duradera.
El apóstol Santiago, dice a propósito de la paciencia, que así como el agricultor aguarda pacientemente el fruto valioso de la tierra, así el creyente debe esperar la acción de Dios en su vida, mantenerse firme en la esperanza y lleno de júbilo en la caridad.
Paciencia tiene el profesor con sus estudiantes, paciencia tiene el pintor con su obra de arte, paciencia tiene el médico con su enfermo, paciencia tiene Dios con sus hijos, y es nuestro deber tener paciencia con los hermanos.
En ocasiones somos muy pacientes con la gente de fuera, pero somos los hombres y mujeres más impacientes con quienes viven en nuestra casa, por eso es necesario que en este tiempo de adviento y navidad y ojalá por siempre, LA PACIENCIA, se convierta para nosotros en una acción por ejecutar, recuerden lo que decíamos al principio de esta reflexión, la Palabra de Dios nos sirve para orar, pero también para actuar.
Finalmente el Santo evangelio nos lanza a una tercera acción, se trata de responder desde lo más hondo del corazón en quién creemos
En quién hemos depositado nuestra fe y nuestra esperanza, y la respuesta ha de ser: creemos en aquel que hizo posible que los ciegos volvieran a ver, que los sordos oyeran, que los muertos resucitaran, que los inválidos se movilizaran, que los leprosos quedaran limpios y que los pobres fueran acogidos.
No creemos en cualquier Jesús, creemos en un Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre, creemos en ese niño que nació en Belén y que dio la vida por nosotros, creemos en ese Jesucristo que sigue obrando milagros en la vida cotidiana, sin necesidad de grandes sanaciones y prodigios espectaculares, creemos en aquel que anunció Juan el Bautista: Jesucristo, el “Dios con nosotros”.
Esta tercera acción consiste en descubrir la identidad de Jesús, adherirnos a Él y anunciarlo de palabra y de obra.
Que María Santísima Reina del adviento nos ayude a poner por obra al menos una de las tres acciones que nos deja como misión la Palabra del Señor de este día.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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