El Camino de Jesús.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de la Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo.
Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor nos regala la posibilidad de ser cada día mejores, Dios que le apuesta a la conversión del ser humano nos invita a acoger el don de la misericordia como el mayor tesoro de aquellos que le apuestan a un mundo de paz.
Inspirado en el texto de la carta a los Corintios (2Cor. 12, 7-10) que hemos encontrado en la liturgia de la Palabra de este domingo 14 del tiempo Ordinario veo necesario que muchos de nosotros caigamos en cuenta de que la humildad, la sencillez, la apertura, la generosidad, la comprensión, la paciencia, la tolerancia tienen qué ver con el Evangelio y por lo tanto con el amor.
Ajeno al mensaje de salvación es la prepotencia, el orgullo, la vanagloria, la soberbia. Es que hay que comprender que en la debilidad, en la fragilidad, en la caída, en el pecado, se reconoce la dignidad, la grandeza, la misericordia, la gracia de Dios. El camino propuesto por Jesús es el de las bienaventuranzas, es decir el de hacerse pobres, ser mansos, el de la limpieza del corazón, el de la humildad; el camino de los que trabajan por la justicia y por la paz.
El camino de Jesús no es el camino de los que nos tiranizan; ni el de las normas que por vivir el sábado se olvidan del ser humano. El camino de Jesús es el de los últimos lugares, de la prudencia; el camino de los arrepentidos, de los que son capaces de dejarlo todo por tener el Reino.
Es el camino de los que se hacen como niños y se abren en obediencia al Padre del que todo depende; de los que no presumen de largos rezos en la plazas públicas, ni de ayunos de ni de caridades. El camino de los que se detienen ante el hombre asaltado; que reconocen a Dios en los sin techo, con hambre, con sed, en los presos y marginados.
El camino de Jesús, el camino del amor que aunque sea pobre, nacido en un pesebre, criado en el último de los pueblos, formado por padres sencillos y trabajadores, vivido en cotidianidad de la vida, pero que se refleja en el respeto hacia el ser humano y la creación, es el que nosotros estamos llamados a vivir. Ese amor que da la vida y que es capaz de hacerse agua para calmar la sed, de hacerse pan para calmar el hambre, de hacerse palabra para que sea eterna. Ese amor es el que nosotros, tú y yo estamos llamados a vivir y que evita la presunción frente a las buenas obras que hagamos, que nos llama a la generosidad cuando nos cansamos. Ese amor que permite que el ser amado se exprese y manifieste en nuestros actos y que nos hace fuerte en la debilidad ese es el amor con el que Dios nos ha amado, nos ha salvado, nos ha liberado y desde el cual debemos amar y amar y amar a la humanidad.
No perdamos la alegría de ser amados por Dios, de haber sido rescatados de una condición esclavizante del pecado por el mismo Dios y de haber sido llamados para anunciar la buena noticia a los tristes y a los cautivos de cualquier manera. No perdamos la alegría que da el saberse siempre importante en el amor, siempre pensado en el corazón de quien nos ama y siempre salvados, sin necesidad de fallar o de pecar, a quien por amor es capaz de dar todo, hasta la vida si es necesario por cada uno. Mira a quien te ama con amor, ama a quien ha dejado de amarte; ora por quien te persigue y calumnia y sé siempre feliz en Aquel de quien realmente dependemos: Dios
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd