En Él todo lo hemos encontrado.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Desde ahora mi deseo es que tengan un fin de semana colmado de bendiciones y un inicio de mes pleno de esperanza para poder vivir con alegría cada cosa que la cotidianidad nos presenta y así llenar de paz y amor lo presente y lo que está por venir.
Dar lo mejor:
Los que tenemos fe, hacemos o al menos intentamos, cumplir la voluntad de Dios; tratamos de entender nuestra misión como creyentes y queremos dar siempre lo mejor de cada uno. Pero también teniendo fe no negamos que nos “perdemos”; que en muchos momentos perdemos el rumbo de la vida y nos sentimos como las ovejas del Evangelio: perdidas. Por momentos somos parte de ese grupo que sigue a Jesús sin saber ni por qué o que cree en Dios solo por los milagros que pueden suceder; por el hambre que se puede saciar, por el enfermo que se puede sanar…, pero se nos olvida que la razón de la fe es creer en Jesús teniendo la certeza que desde Él y en Él todo es posible y con Él el camino se nos hace claro y la verdad nos hace libres porque ya no hay que buscar más, en Él todo lo hemos encontrado.
Jesús es el centro y también el punto de encuentro de la experiencia religiosa de los cristianos; es el eje dinamizador de la fe. En Él estamos llamados a creer y a descubrir el rostro amoroso y misericordioso de Dios. Por eso el evangelista se atreve a decirnos que lo que Dios quiere es que creamos en Jesús el enviado por Dios, independientemente a los signos o milagros que Él realice (Cfr. Jn.6,24-35)
Y si creemos en Jesús que no sea por los milagros que puede hacer, es un peligro quedarse solo en los signos. Si creemos que sea por la experiencia de vida nueva que Él nos regala, porque su mensaje nos seduce de tal manera que podemos hacer de su Palabra y enseñanza nuestro principio de vida y de relación con Dios y con los demás. Jesús se define como el verdadero pan del cielo, el definitivo. No como el pan que calma el hambre material sino como el pan que además de saciar da vida eterna. Es Pan de Dios, regalo divino que se hace carne para saciarnos y para que al comerlo nos asimilemos a Él. Jesús es Pan y Agua; Jesús nos llena de fuerza para el camino y nos mantiene unidos, en comunión con Dios.
Jesús es el Pan que da la vida al mundo. Hay que ir a Jesús, hay que reconocer a Jesús, hay que alimentarse de Jesús; Él es el pan bajado del cielo; Él es el regalo del Padre amoroso para que nosotros, sabiéndonos amados, cambiemos la propia mentalidad y la del mundo. En una palabra: que nos convirtamos.
Jesús es Pan, es agua viva. Es la resurrección y es el maná que cada día Dios nos da, en el desierto y soledad y sequedad, de la vida para que nunca más tengamos hambre o sed. Jesús es Eucaristía para la salvación de todos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.