“Yo soy el Pan de Vida”.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Un feliz inicio de fin de semana. Que Dios les colme de bendiciones los actos de amor, de generosidad y de misericordia con los que enriquecerán este fin de semana a las personas con las que compartan. Seamos Pan para la salvación y para la alegría de los demás.
El próximo domingo nos encontraremos con el texto del Evangelio de san Juan (6, 41-51) en el que Jesús nos invita a creer en Él para que tengamos la vida eterna, a comer su cuerpo para saciar nuestra hambre de eternidad y también a vivir en Él para que así vivamos en el mismo Dios que lo ha enviado al mundo para que éste sepa lo que el Padre quiere.
Llegar hasta Jesús es ya un privilegio; poder escucharlo y saber las cosas del Reino; sentirse alimentado por Él y saber que en Él encontramos el perdón, la salud, la paz es un regalo; un motivo de alegría. Pero ir más allá de la escucha, de los milagros, de la curiosidad es un don de Dios.
Dar el paso de seguir, de escuchar, de alimentarse, a creer en Él, es una muestra más del amor que el Padre nos tiene. Nadie puede llegar a Jesús si el Padre no lo atrae. Jesús es el regalo de Dios para la humanidad, la expresión divina que tomando carne nos muestra el rostro misericordioso y amoroso del Padre. Y es que nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Y ¿para qué nos acerca, nos instruye, nos hace discípulos de Jesús?
Para que la obra, el Reino, el proyecto, salga adelante. Ahora cuenta con nosotros, nos ha dado en Cristo nueva vida, nos alimenta y fortalece, calma nuestra sed y nos hace fuertes, para que desde Jesús, desde la experiencia del amor, de la entrega, del servicio y de la reconciliación, el mundo vuelva su mirada y ponga su corazón en Dios para luego poner todo al servicio de los demás. Es un volver a uno, enamorarse de uno mismo y desde esa experiencia de amor amar a los demás, amar el mundo.
Esta nueva manera de vivir; esta vida nueva que nos viene por creer y por confesar a Cristo como Señor; esta eternidad de la que Dios nos hace partícipes en su Hijo, estos dones y regalos de su amor, son para que nosotros, amados, elegidos, destinados a la santidad, demos frutos; los frutos del amor propios de los que tienen a Dios en el corazón.
Llenemos el corazón de Dios
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd