CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

8 DE SEPTIEMBRE NATALICIO DE LA VIRGEN MARÍA Y DEL P. JULIO MARÍA MATOVELLE MALDONADO

A PROPÓSITO DE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA Y DEL P. MATOVELLE

En esta oportunidad no nos interesa volver sobre los datos biográficos de uno y otro, nuestra atención se centra en la EXPERIENCIA DEL DOLOR que afectó sus vidas, pero no un dolor marcado por el simple sufrimiento, sino por la redención.

En el caso de la Virgen María, el dolor visitó su santuario personal no en la infancia, sino una vez que había confirmado su identidad de ser la Madre de Dios; de manera explícita el dolor se acentuó cuando a los pies de la cruz, vio morir a su propio Hijo.

Momento desgarrador éste, pero al mismo tiempo redentor; experiencia fúnebre pero cargada de esperanza; situación plasmada en la oración 67 del Manual de piedad de los Oblatos, titulada:

STABAT MATER DOLOROSA

Oh Madre fuente de amor, tu dolor haz que yo sienta y por Ti llore.

En lo anteriormente expresado, se evidencia que el corazón de la Virgen María fue atravesado por una espada de dolor y es este mismo dolor el que causó la salvación, la redención; por la muerte del Hijo de María entró la salvación al mundo.

María Santísima hizo del dolor un reto y lo venció con la resurrección del Señor, hizo del dolor un camino y la meta fue la vida; hizo del dolor un bálsamo y se convirtió en perfume redentor.

Así como a María la acompañó el dolor camino del Calvario plenificado en la cruz, a Matovelle lo acompañó desde antes de nacer, manifestado en el repudio y más tarde el abandono y la orfandad, Matovelle nació con el dolor y pasando de mano en mano se dejó acariciar por él, y solamente en María Santísima la protectora de su infancia y su tesoro, encontró el cariño que mitiga el dolor, la fortaleza que vence la soledad, las caricias que hacen ver el rostro de Dios y la ternura que lo volvió santo.

En el dolor se acrisoló el estudiante, en el dolor se acrisoló el abogado y el poeta, en el dolor se acrisoló el fundador de los oblatos y oblatas, en el dolor brilló su santidad.

En la experiencia del dolor se funde la Vida de Matovelle con la de la Virgen María en la advocación de los siete dolores, unidad que se expresa en los siguientes versos escritos por Matovelle:

Salve, yedra suspendida  del árbol del sacrificio, Salve manantial de vida, para el pecador propicio.

Ay del triste, ay del que llora, sin tu amor no halla consuelo, y a las penas que devora no halla alivio en su hondo vuelo.
y en otra composición dice:

El placer enervante es el sudario en que el alma se encierra y desaparece; el monte de la vida es el Calvario; amar y padecer eso apetece, el justo en este valle solitario.

Trémulo el labio, la mirada triste, vengo a tus plantas, celestial Señora, ay de aquel pecho que el dolor embiste, ay del que llora.

Madre amorosa del que gime y pena sobre las zarzas de este rudo suelo, cúrale a mi alma de pesares llena calma mi duelo.

Madre, tú sabes la terrible historia, que esquivo guarda mi llagado pecho, goces y dichas, ilusiones, gloria, todo deshecho.

El dolor entonces, fue el compañero inseparable de la Virgen María y también de Matovelle ya a la hora de nacer, de fundar la Comunidad de Oblatos o ya a la hora del exilio.

La vida no se puede considerar un absoluto dolor como lo tratan los existencialistas ateos, éste adorna en ocasiones la rosa de la vida.

María Santísima y P. Matovelle, que pena hablar del dolor para decirles:

FELIZ CUMPLEAÑOS.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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