CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 9 DE 2017

PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 9 DE 2017

Las preguntas de Dios.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un saludo y mis mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor espera los mejores frutos de cada uno en bien de los demás.

Desde el Evangelio de este domingo (Mt.21, 33-43) vemos que así como muchos pueden tener preguntas para Dios de cosas que no entienden ni el por qué ni el para qué, preguntas que tocan la fe y que parten de situaciones concretas de sufrimiento, de tristeza, de asuntos familiares o económicos; ahora también vemos que nos ha llegado el momento de escuchar las preguntas que Dios tiene para nosotros. Preguntas que nacen de un amor “herido”, de “un desencanto” por la cantidad de expectativas sobre una vida amada y cuidada y que a la hora de la verdad no ha producido, no ha hecho nada por sí mismo ni por los demás; pero también hay que decir que son preguntas que a pesar de todo el dolor con las que se hacen, están llenas de esperanza. Dios nunca dejar de esperar y siempre lo intentará con nosotros.

Dios suele aconsejarse, Dios sabe lo que en justicia se debe hacer, pero también entiende lo que desde el amor debe decidirse, dejará que el amor haga justicia. Por eso pidamos siempre el amor, por eso amamos y desde ahí; desde ese amar a Dios, sobre todo, amemos a los demás y seguramente que nuestra justicia será mayor a la de los escribas y fariseos ya que va más allá de lo bueno o de lo malo: va al corazón que es el lugar en el que se guarda la intencionalidad de las obras.

Dios es un amigo que ama a su viña y por lo tanto hace todo, lo que desde el amor considera, por su viña y solo espera las uvas que su viña está llamada a producir. Nada falta para que la cosecha sea abundante y llena de dulzura; lo que había qué hacer Dios lo hizo, lo que necesitábamos para producir Dios lo ha dado.

Dios espera de nosotros buenas obras, justicia; frutos que seguramente cambiarán la vida de todos, pero se encuentra cada día con violencia, injusticias y asesinatos. ¿Qué nos pasa?

Los celos, el egoísmo, la prepotencia; el pecado de querer vivir sin Dios o de querer tener las cosas de Dios; ese “hacernos dioses” están haciendo que nos encerremos en nosotros y olvidemos el fin para el que fuimos creados: el amor.

Rechazamos las cosas de Dios, los mensajeros de Dios, la Palabra de Dios porque nos incomoda, porque sabe lo que hay en nuestro corazón, porque pone de manifiesto nuestro pecado. Olvidamos que estamos para dar, para producir, para ser consentidos, mimados, amados por Dios y dejamos que cualquier cosa nos acaricie y nos consienta así sea un veneno mortal que termine generando nuestra muerte, nuestra destrucción.

Nosotros esperamos de Dios y hacemos bien. Pero que esa espera se convierta en un encontrarse con las cosas que Él ha dispuesto para cada uno y de manera especial con su Hijo; Dios espera nuestros frutos, los que una vez recibidos Él repartirá de manera especial entre nosotros sus hijos. Nosotros administramos un tesoro que es de todos y para todos; trabajar en la viña, trabajar por el Reino, debe seguir siendo la alegría más grande de quien ha sido encontrado en la plaza e invitado a trabajar por el amor y la alegría del mundo entero. Que lo nuestro no “sea un morir de mala muerte” sino que por el contrario los frutos que damos nos den la vida eterna.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

 

Santa Sede

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