(Para todos los días)
¡Padre Eterno Santísimo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación!
¡Quién me diera el poder ofreceos un sacrificio digno de vuestra infinita Majestad y tener la misma extensión de fines de vuestro Hijo Unigénito!
Pero, oh Señor, mi indignidad e ineptitud me imposibilitan absolutamente; sin embargo, aquí me tenéis uniéndome a la Víctima Divina para que ella os aplaque.
Así, pues, unido a esta adorable Víctima me ofrezco para siempre como hostia, como sacrificio y holocausto a vuestra mayor gloria por la salvación de la Iglesia, tanto militante como purgante y triunfante.
También os pido humildemente que apresuréis el reinado social de vuestro Hijo Jesucristo, a fin de que esta nación, y todos los pueblos de la tierra con sus gobernantes vuelvan a la práctica de la verdadera fe católica, alcancen la salud eterna; y sujetas a su imperio todas las criaturas, entreguen el eterno y universal reino a vuestra inmensa Majestad.
Mirad así mismo por el Papa, Vicario de vuestro Hijo en la tierra, conservadlo, vivificadlo, santificadlo y no le entreguéis en manos de sus enemigos.
Oh Corazón inmaculado de María, Corazón de la Madre de Dios y de los hombres; sed participante de la adoración, de la oblación, de la Hostia, del sacrificio y holocausto, y del amor; que humildemente he ofrecido a Jesucristo, a su Corazón Divino.
Os reconozco y confieso por Madre de Dios y Madre excelsa de los hombres. Quiero, anhelo y resuelvo depender eternamente, de modo irrevocable de Vos en el tiempo y en la eternidad.
Amén.
Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos