EL PAN NUESTRO DEL 13 DE FEBRERO
En el evangelio de hoy, el Señor Jesús se muestra como el pan vivo bajado del cielo, y desde esta perspectiva, sólo Él sacia nuestra hambre y sed de Dios, nuestra hambre y sed de infinito, de trascendencia. Jesús después de haber alimentado a la multitud con el pan de su palabra, ahora como preludio de la Divina Eucaristía, los alimenta con pan, como manifestación de sí mismo.
En medio de la multitud había en el corazón de los apóstoles una gran preocupación, pues para ellos era imposible calmar el hambre de aquella muchedumbre; pues no habían caído en la cuenta que el pan de los ángeles estaba en medio de ellos, presto para saciar no solamente sus estómagos, sino fundamentalmente su alma. En ocasiones nos sucede lo mismo que a los apóstoles, el Señor está con nosotros y nuestra desesperanza es inmensa, el Señor está a nuestro lado y nuestras angustias crecen, el Señor está a nuestro lado y pensamos sólo en su ausencia; en realidad nos hace falta fe, para descubrir su presencia amorosa en medio de nuestras vidas.
Finalmente este milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, lleva consigo un milagro en el corazón de todos quienes hacían parte de la multitud, su corazón egoísta fue transformado por un corazón solidario, y es en este punto donde actuó maravillosamente el Señor. Los panes y los peces que cada persona llevaba para sí, fueron puestos a disposición de todos, alcanzando de sobra para para alimentar a la multitud. Que nuestra Madre María en el tiempo de CUARESMA que vamos a empezar, nos ayude a cultivar en nosotros la semilla de la solidaridad. «Ob amorem Dei».
Más reflexiones del Padre Ernesto León
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.