La Palabra del Señor hoy nos invita a reflexionar sobre el don de la fe , que nos permite ver la realidad desde la mirada de Dios, por encima de la mirada del mundo. Cuando un creyente observa el mundo con los ojos de la fe, puede reconocer a Jesucristo, puede encontrarse con Él y de esta manera conocer el actuar amoroso de Dios en las realidades temporales. y obviamente en su propia existencia.
La enfermedad como hemos dicho en otras ocasiones , era sinónimo de pecado y de ceguera en el contexto judío, de tal forma que el milagro de Jesús en este caso implica dos asuntos: el primero, la sanación física, y el segundo, la posibilidad de volverse a poner en camino, como sinónimo de conversión en su vida; es decir Jesús le ofrece al ciego un camino de vida distinto al que estaba realizando, iluminado ahora por Jesús quien es la luz del mundo y el sentido de la fe en todo creyente.
Desde esta perspectiva el mandato de: «No entres al pueblo», significa la prohibición de volver a su antigua condición de pecado y por lo tanto unido este imperativo al manifestado a la pecadora arrepentida: «vete y no peques más», se constituye en una clara invitación a vivir su cotidianidad fundamentada en la amistad con Jesús y con los hermanos, por la vía de transformación de la mente y del corazón.
A Nuestra Madre María le suplicamos que abra nuestros ojos para RECONOCER con la claridad de la fe a su Hijo Jesús en las personas y en los acontecimientos. «Ob amorem Dei».
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