CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

EL PAN NUESTRO DEL 20 DE MAYO (Jn 17,20-26)

Hermanos y hermanas:

En este texto conocido como la oración sacerdotal, encontramos a Jesús orando a su Padre por nosotros, orando por el pueblo de Dios, consagrado por el bautismo como nuevo pueblo, pueblo santo, ungido y segregado para Él.

Jesús ora a Dios, pidiendo unidad para los creyentes en medio de las diferencias, ora para que haya en medio de la humanidad un solo corazón capaz de amar a Dios con toda su mente y con todo su ser, ora para que nuestra permanencia en la fe sea una realidad; ora para que el pueblo creyente encabezado por los apóstoles construyan su vida sobre la base firme del amor a Dios y no sobre la arena movediza de sentimentalismos religiosos.

El Señor le dice a su Padre, “te pido por los que tú que me has dado”, “quiero que donde yo esté también estén conmigo”, “que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mi”; queriendo significar con esto que quienes son sus seguidores deben ante todo anhelar estar siempre en la presencia de Dios, porque han descubierto que su vida le pertenece a aquél que los amó primero; y que a imagen de la unidad que existe al interior de la Santísima Trinidad, han de configurarse como el cuerpo místico de Cristo: “Un sólo rebaño y un sólo pastor”

A nuestra Madre María nos encomendamos, suplicándole de todo corazón que nos anime en nuestro camino de configuración con Cristo, para que alentados por la luz de su presencia, podamos hacer florecer en este mundo el reino de la justicia, el amor y la paz. Ob amorem Dei.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO

CAPÍTULO 6

Capítulo 6, 9-11

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;

Capítulo 6, 12-15

y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Capítulo 6, 16-18

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Capítulo 6, 19-21

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Capítulo 6, 22-24

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

Capítulo 6, 25-27

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

Capítulo 6, 28-30

Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

Capítulo 6, 31-34

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

EL PAN NUESTRO DEL 20 DE MAYO

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