Pedro quien había negado tres veces al Señor diciendo: “no conozco a ese hombre”, ahora con la fuerza del resucitado e iluminado por el Espíritu Santo está en la capacidad de responder con certeza y convicción a la pregunta formulada tres veces por el Señor: “¿Me amas?”, contestando en efecto: “Si Señor, tú sabes que te amo”.
En este evangelio, encontramos que el requisito más importante que debe cumplir aquél a quién el Señor encarga apacentar a sus ovejas es “amarlo a Él con todo el corazón”, del amor a Jesucristo nace el pastoreo de la Iglesia, del amor nace el servicio que prestan muchos hombres y mujeres a sus hermanos, del amor al Señor nace la evangelización, con razón, luego de que Jesús interroga a Pedro sobre su amor por Él, le dice: “Apacienta mis ovejas”.
Hermanos y hermanas de acuerdo con lo anterior, podemos concluir que es absolutamente necesario “el amor”, para poder servir a Dios y a los hermanos; es importante amar para entregar el evangelio y comunicar la luz y la vida de Jesucristo, y en sintonía con lo dicho, la tarea del anuncio del reino que hizo el Señor a los de su tiempo, fue fructífera a causa del amor que le infundía a cada uno de sus actos, nos referimos a su predicación, a los actos sanadores y a sus actos que llevaban consigo el perdón; en definitiva, si la misión de Jesucristo y de la Iglesia no está impregnada de amor, será estéril.
Que bajo la protección de nuestra Madre, la Virgen María, seamos capaces de proyectar amor a cuantos nos traten, tal fue el ejemplo de Jesús. Ob amorem Dei.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
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