Jesús en el evangelio de hoy se muestra vehemente en las consideraciones atinentes a sí mismo, cuando dice “yo he venido de mi Padre”, “he sido enviado por mi Padre”, “yo hago las obras de mi Padre” y “si no le creéis a mis palabras creedle a mis obras”; tales afirmaciones fueron expresadas en situaciones conflictivas, de manera especial por estar en presencia de los fariseos, quienes nunca aceptaron la condición divina de Jesús, ni tampoco sus obras prodigiosas en favor de tantos necesitados.
En medio de este contexto oscurecido por la envidia, la terquedad y el egoísmo, Jesús por su predicación y por sus obras cautivó el corazón de sus oyentes, mientras la resistencia de los sectores más fanáticos era creciente; no obstante esta situación, Jesús nunca se acobardó y con la fortaleza de quien está dispuesto a morir por sus convicciones, enalteció la voluntad de su Padre hasta el punto de dar la vida por el mundo, haciendo en todo la voluntad de Dios.
De acuerdo con lo anterior, es realmente incomprensible el episodio relatado al final del evangelio de hoy, cuando por las obras realizadas en favor del prójimo, Jesús iba a ser apedreado por quienes se creían poseedores de la verdad; Jesús tuvo que escabullirse como en otras ocasiones lo había hecho, pues el desprecio y el rechazo por parte de algunos era cada vez mayor y por tanto su muerte era inminente.
Hermanos y hermanas, iluminados por el texto bíblico de hoy y cautivados por las palabras y las obras del Señor, acojamos en nuestro corazón su ejemplo de vida y con la asistencia de nuestra Madre María, convirtámonos en otros cristos para el mundo. Ob amorem dei.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
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