Carta completa
Carta escrita por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y sociedades de vida apostólica. Circular a los consagrados y consagradas que caminan tras los signos de Dios.
Queridos hermanos y hermanas:
1. Continuamos con alegría el camino hacia el Año de la Vida Consagrada para que nuestros pasos sean desde ahora tiempo de conversión y de gracia. Con la palabra y la vida el papa Francisco continúa indicando el gozo del anuncio y la fecundidad de una vida vivida al estilo del Evangelio, mientras nos invita a actuar, a ser «Iglesia en salida», siguiendo una lógica de libertad.
Nos invita a dejar atrás «una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales» para respirar «el aire puro del Espíritu Santo que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!».
La vida consagrada es signo de los bienes futuros en la ciudad humana, en éxodo a lo largo de los caminos de la historia.
Acepta la confrontación con certezas provisionales, con nuevas situaciones, con provocaciones en proceso continuo, con exigencias y pasiones que la humanidad contemporánea está gritando. En esta atenta peregrinación, custodia la riqueza del rostro de Dios, vive el seguimiento de Cristo, se deja guiar por el Espíritu, para vivir el amor por el Reino con fidelidad creativa y diligente laboriosidad. La identidad de peregrina y orante in limine historiae le pertenece íntimamente.
Esta carta desea entregar a todos los consagrados dicha herencia preciosa, exhortándoles a permanecer fieles al Señor con un corazón firme (cf. Hch 11,23-24) y a proseguir en este camino de gracia.
Queremos leer juntos, sintéticamente, los pasos realizados en los últimos cincuenta años.
En esta memoria el Concilio Vaticano II emerge como acontecimiento de relevancia absoluta para la renovación de la vida consagrada. Vuelve a sonar en nosotros la invitación del Señor: Paraos en los caminos a mirar, preguntad por la vieja senda: «¿cuáles el buen camino?» seguidlo y hallaréis reposo (Jer 6,16).
En esta statio cada uno puede reconocer tanto las semillas de vida que, sembradas en corazón bueno y generoso (Lc 8,15), dieron fruto, como aquellas que cayeron al borde del camino, sobre la piedra o entre espinas y no dieron fruto (cf. Lc 8,12-14).
Se nos ofrece la posibilidad de continuar el camino con coraje y vigilancia para elegir opciones que honren el carácter profético de nuestra identidad, «una forma de especial participación en la función profética de Cristo, comunicada por el Espíritu Santo a todo el Pueblo de Dios», para que sea manifestada en el hoy «la soberana grandeza del poder de Cristo glorioso y la potencia infinita del Espíritu Santo, que obra maravillas en la Iglesia».
Escrutar los horizontes de nuestra vida y de nuestro tiempo en atenta vigilia. Escrutar de noche para reconocer el fuego que ilumina y guía, escrutar el cielo para reconocer los signos que traen bendiciones para nuestra sequía. Vigilar atentos e interceder, firmes en la fe.
Es el tiempo de dar razón al Espíritu que crea: «En nuestra vida personal, en la vida privada –recuerda el papa Francisco– el Espíritu nos empuja a tomar un camino más evangélico.
No opongan resistencia al Espíritu Santo: esta es la gracia que yo querría que todos pidiéramos al Señor; la docilidad al Espíritu Santo: ese Espíritu que viene a nosotros y nos hace ir adelante por la vía de la santidad. ¡Esa santidad tan hermosa de la Iglesia! La gracia de la docilidad al Espíritu Santo».
Esta carta tiene su razón de ser en la memoria de la abundante gracia vivida por los consagrados y las consagradas en la Iglesia, mientras con sinceridad invita a discernir. El Señor está vivo y obra en nuestra historia, y nos llama a colaborar y al discernimiento unánime, en los nuevos tiempos de profecía al servicio de la Iglesia, en vistas al Reino que llega.
Vistámonos nuevamente con las armas de la luz, de la libertad, del coraje del Evangelio para escrutar el horizonte, reconocer los signos de Dios y obedecerlos. Con opciones evangélicas atrevidas al estilo del humilde y del pequeño.