PARA ESTA SEMANA: MAYO 16 DE 2016.
“Amar y hacer amar al amor” Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo, reciban mi saludo cordial que como siempre lleva los mejores deseos de paz y bien para cada uno. Que el Espíritu de Dios nos conduzca siempre por caminos de paz y sobre todo nos ayude a mantenernos firmes en la fe y en la esperanza.
Este domingo, Pentecostés, marca no solo la apertura y salida de los discípulos a la predicación del Evangelio, como inicio de la vida de la Iglesia, sino también el final de la Pascua. Termina un tiempo alegre y lleno de invitaciones a la paz; tiempo interesante por todo lo que Jesús nos ha revelado a través de la Palabra sobre sí y el Padre; un tiempo lleno de encuentros con el resucitado, en casa, de camino, junto al lago. Hubo explicaciones, llamadas a la fe, exhortaciones, momentos de alegrías, de tristezas y de promesas.
Pascua fue un tiempo, para la comunidad, de muchas certezas: no estaremos solos, no hay porque tener miedo, llegará quien consolará, confortará, animará e iluminará. La Pascua nos abrió de nuevo el corazón a la esperanza: saber que Dios seguía con nosotros, que el Reino iba adelante, que ahora Dios se adentraba a la propia intimidad de cada uno y que lo nuestro es saber esperar siempre en quien nos ama.
Las Palabras de Dios seguirán presentes en nuestras palabras; los milagros seguirán obrándose porque el Reino de Dios sigue en nuestro caminar y en nuestros encuentros con las personas; el Espíritu Santo que el Padre nos envía; el Espíritu prometido por Jesús, que es también su presencia entre nosotros, nos dará palabras, nos dará a entender muchos de los misterios del Reino, nos hará fuertes y prudentes, nos llenará de sensatez y de humildad, permitirá que el mundo se siga llenado de Dios a través de las personas que, como nosotros, han creído y se han abierto al don de la fe en Jesús.
En Pentecostés, en el día del bautismo y sobre todo de la confirmación, la Iglesia, nosotros, hemos sido santificados para el mundo. Estamos, desde el Espíritu con el que hemos sido enriquecidos, para amar, para servir, para darnos y de manera especial, para que por medio de nuestra santidad el mundo sea también llevado a la santificación. Estamos para recordarle a la humanidad que es amada y redimida, que ha recibido dones de Dios para darlos, para ponerlos al servicio; estamos para llamar al mundo a la conversión para el perdón de los pecados y así todos juntos nos abramos y nos gocemos del amor y de la misericordia de Dios.
Terminó el tiempo de la Pascua pero ahora nos queda la experiencia de Jesús resucitado, el amor del Padre que nos hace fuertes y el Espíritu Santo que nos lleva y nos une más íntimamente el misterio de la divinidad. Seguirá el tiempo ordinario, la cotidianidad de la vida, el tiempo del anuncio y del testimonio.
Sigue el tiempo de Dios en nuestro tiempo y en nuestra vida. No seamos tardíos o lentos para comprender todo lo que nos queda por hacer, por dar y sobre todo por amar. Regresar a la experiencia de Jesús y llenarse de su Espíritu que da vida, es atreverse a querer entender que hemos sido hechos, como lo escribió santa Teresita, para amar y hacer amar al amor.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.