Téngase en cuenta las palabras del Apóstol a Timoteo: “Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti” (2Tim 1, 6), para aplicarlas con toda legitimidad a la Formación Permanente a que están llamados todos los Sacerdotes y Religiosos Oblatos en razón del “don de Dios”, “novedad permanente” que han recibido.
Durante toda la vida, los religiosos prosigan diligentemente su crecimiento espiritual y pastoral; para ello la formación permanente será un acompañamiento constante, que empieza con la ordenación presbiteral o con la emisión de los votos perpetuos en el caso de los Hermanos Coadjutores. Ningún miembro de la Congregación debe ser o sentirse excluido de esta formación. Esta etapa se regirá por el Reglamento respectivo, que será revisado en tiempos prudenciales para su actualización por el Consejo Directivo del Equipo de Formación Oblato (E.F.O.) y aprobado por el Honorable Consejo General.
La Formación Permanente tendrá en cuenta “tiempos de formación” de acuerdo a las circunstancias y necesidades personales, comunitarias y pastorales, atendiendo a los periodos normales en que los religiosos entran en crisis por la rutina, el cansancio, la vejez, la soledad, la enfermedad o la falta de fraternidad.
En esta etapa, el Honorable Consejo General procurará que los Religiosos aptos por su índole, su virtud y su ingenio, después de haberse ejercitado por algún tiempo prudencial en las obras del Instituto y mostrado su adhesión a él, sean enviados a institutos superiores o universidades, para que se perfeccionen con estudios especializados en las ciencias sagradas y otras que parecieren oportunas a fin de que puedan satisfacer las diversas necesidades de la Iglesia y de la Congregación.
Los Hermanos Coadjutores realizarán todas las etapas de formación con el acento propio de su peculiar vocación y tendrán igualdad de derechos y obligaciones que los demás miembros de la congregación, salvo los que se derivan del Orden Sagrado.
OB AMOREM DEI