CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Isaías 62, 1-5; Salmo responsorial: 95; 1Corintios 12, 4-11; Juan 2, 1-11
Queridos Hermanos y Hermanas:
El relato de las bodas de Caná presenta para nuestra reflexión tres puntos que obviamente sin que sean los únicos, pueden ayudar a alimentar nuestra fe y a fundamentar nuestra esperanza.
En primera instancia, llama la atención la presencia de la Virgen María en las bodas de Caná junto a su Hijo, realidad semejante a la narración de la pasión del Señor, cuando los autores sagrados hacen notar que al pie de la cruz estaba también la Virgen María; en uno y en otro hecho la presencia maternal de María al pie de su Hijo amado es una realidad que nos lleva a concluir que así como la Madre del Señor estuvo con Jesús en los momentos cruciales de su vida, también está junto a nosotros en medio de nuestros sufrimientos, pecados y alegrías, pues somos hijos suyos y ella es nuestra Madre.
El milagro de las bodas de Caná sobresale de entre todos los milagros obrados por Jesús, porque allí empezó a mostrarse como el Hijo de Dios.
Es un texto que nos revela su identidad y en medio de este gran acontecimiento la presencia de la Virgen María es signo de compañía para aquel que sin dejar de ser profeta se manifestó ante los convidados como el Hijo de Dios. El comienzo de la glorificación de Jesús como lo hemos hecho notar en el milagro de las bodas de Caná se dio a los pies de la Virgen María y a la hora de glorificar el nombre de Dios en el árbol de la cruz la presencia de nuestra Madre del cielo fue una realidad.
En segunda instancia la conversión del agua en vino, es un signo sacramental eucarístico que habla fundamentalmente de nuestra propia conversión.
De nuestra propia transformación, de nuestro propio cambio, por tal razón a la hora de meditar en este evangelio, la fuerza de la Palabra del Señor se convierte más que en un dato teórico en un dato que sugiere de nosotros la puesta en práctica de nuevos valores que hablen de la HORA de Cristo, como un acontecer que se está dando ya en nosotros; nos referimos a que la tristeza que habita en nuestros corazones debe transformarse en vino de alegría al saber que Jesús está en medio de nuestra vida.
En tercera instancia vale la pena decir que nuestra fe no está hecha de milagros, aunque no podemos desconocerlos, pues la vida misma es un milagro bello de Dios; nuestra fe no se acrecienta por hechos sobrenaturales y portentosos, nuestra fe como la de la Virgen María, ha de contar con la presencia de Jesucristo en situaciones de alegría: las bodas de Caná y en situaciones de tristeza: la muerte del Señor en la cruz.
Hermanos y hermanas que nuestra obediencia a Jesús por intercesión de María Santísima, nos ayude a transformar nuestra vida en vino nuevo, un vino de amor, perdón, progreso y alegría.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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