CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
Isaías, 42,1-4.6-7; Sal 28; Hch 10,34-38: Mc 1,7-11.
EL BAUTISMO DEL SEÑOR
Queridos Hermanos y Hermanas:
Encontré en el oficio de lectura a propósito de la fiesta del BAUTISMO DEL SEÑOR, una de las disertaciones de San Gregorio de Nacianzo, Obispo; quien como un brillante Padre de la Iglesia de los primeros siglos, bellamente habla de la fiesta que hoy celebra la Iglesia.
He querido entonces simplemente transcribir la homilía de este Santo y compartirla con ustedes, para una mayor profundización teológica y doctrinal de este misterio luminoso.
(Disertación 39, en las Santas Luminarias, 14-16.20: PG36, 350-351.354.358-359)
“Cristo es hoy iluminado, dejemos que esta luz divina nos penetre también a nosotros; Cristo es bautizado, bajemos con él al agua, para luego subir también con Él.
Juan está bautizando, y Jesús acude a Él; posiblemente para santificar al mismo que lo bautiza; con toda seguridad para sepultar en el agua a todo el viejo Adán; antes de nosotros y por nosotros, el que era espíritu y carne santifica el Jordán, para así iniciarnos por el Espíritu y el agua en los sagrados misterios.
El Bautista se resiste, Jesús insiste.
SOY YO QUIEN DEBO SER BAUTIZADO POR TI, le dice la lámpara al sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el más grande entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda criatura, el que había saltado de gozo ya en el seno materno al que había sido adorado también en el seno de su madre, el que lo había precedido y lo precederá al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo quien debo ser bautizado por ti; podía haber añadido: Él, en efecto, sabía con certeza que recibiría más tarde el bautismo del martirio y que, como a Pedro, le serían lavados no solo los pies, sino todo su cuerpo.
Pero además, Jesús sube al agua; lo cual nos recuerda que hizo subir al mundo con Él hacia lo alto, porque en aquel momento ve también cómo el cielo se rasga y se abre, aquel cielo que Adán había cerrado para sí y para su posteridad, como había hecho que se le cerrase la entrada al paraíso con una espada de fuego.
El espíritu atestigua la divinidad de CRISTO, acudiendo a Él como a su igual; y una voz bajó del cielo, ya que del cielo procedía aquel de quien testificaba esta voz; y el espíritu se apareció en forma corporal de una paloma, para honrar así el cuerpo de Cristo, que es también divino por su excepcional unión con Dios. Muchos siglos atrás fue asimismo una paloma la que anunció el fin del diluvio.
Honremos hoy, pues, el bautismo de Cristo y celebremos como es debido esta festividad.
Procurad una limpieza de espíritu siempre en aumento, nada agrada tanto a Dios, como la conversión y salvación del hombre, ya que para Él tienen lugar todas estas palabras y misterios, sed como lumbreras en medio del mundo, como una fuerza vital para los demás hombres; si así lo hacéis , llegaréis a ser luces perfectas en la presencia de aquella gran luz, impregnados de sus resplandores celestiales, iluminados de un modo más claro y puro por la Trinidad, de la cual habéis recibido ahora, con menos plenitud, un único rayo proveniente de la única Divinidad, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.
Que nuestra Madre del Cielo, nos enseñe a renovar y a vivir nuestras promesas bautismales de ser verdaderos hijos de Dios, recordando que somos ante los ojos del mundo sacerdotes, profetas y reyes, pregoneros de luz y no de oscuridad.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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