CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA JUNIO 5 DE 2022

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA JUNIO 5 DE 2022, DOMINGO DE PENTESCOSTÉS. CICLO C.
Hch 2,1-11; Sal 103; 1Co 12,3b-7. 12-13; Jn 20,19-23

Hermanos y hermanas:
Al final de la primera lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles leemos que en un contexto de absoluta admiración por la presencia de muchas personas provenientes de regiones distintas y por tanto con lenguas diversas, hablaban de las maravillas que Dios había obrado en su historia vital, y como dato curioso, en medio de la diversidad todos se entendían, lo cual significa que en medio de las diferencias allí también está Dios, interviniendo vívidamente con el lenguaje del amor, que lo trasciende todo, que lo invade todo y que por tanto lo llena todo.

Los hombres y mujeres procedentes de distintas culturas cantaban a una sola voz himnos de honor y alabanza a Dios, como nosotros lo hacemos también hoy, diciéndole al Señor gracias por obrar milagros en nosotros, gracias por habernos traído a la vida, gracias por nuestros seres queridos, gracias por la salud, por el bienestar, por el progreso en todos los sentidos, por la familia que nos diste, por este mundo inmenso y maravilloso que nos reglaste.

Hoy unánimes le suplicamos también al Señor en medio de nuestras diferencias de pensamiento y criterios frente a la vida, Señor danos la paz, aumenta nuestra fe y fortalece nuestra esperanza, Señor en tus manos depositamos todo cuanto somos y tenemos, bendícenos Señor con tu presencia.

De esta manera, así como hace dos mil años la venida del Espíritu Santo se constituyó en un acontecimiento de acción de gracias a Dios por las maravillas obradas en favor del pueblo, sin lugar a dudas en el hoy de nuestra historia, la fiesta de Pentecostés debe ser también un completo himno de acción de gracias, un himno de alabanza, en una palabra la oportunidad propicia para postrarnos ante Dios y decirle: Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. Te necesitamos.

Ahora bien, a la hora de entender la identidad del Espíritu Santo que nos hace decirle a Dios “PAPÁ” y también “GRACIAS”, podemos afirmar que fundamentalmente Él es “LA VIDA” del mundo, es la “FUERZA” que lo envuelve todo y que lo llena todo, es el empuje dinámico que hace que las cosas sean nuevas siempre, es el motor de Dios dando vida, generando historia,  y manifestando vigor en la vida del cansado, esperanza en el corazón del angustiado y alegría en el alma de aquel que llora; en este sentido, elocuente es, escuchar el Salmo 103 cuando el autor sagrado manifiesta: “Les retiras el aliento y vuelven al polvo, envías tu aliento y los creas y repueblas la faz de la tierra”.

Hermanos y hermanas tal es la acción del Espíritu Santo en la vida del mundo, lo recrea todo porque es el mismo Dios actuando, lo transforma todo porque es la fuerza de Dios que no se apaga jamás, y lo renueva todo porque es el mismo Dios generando vida nueva allí donde todo parece extinguirse.

Bajo esta lógica cada fiesta de Pentecostés y en esencia cada día que pasa, es una nueva posibilidad que tenemos los creyentes para renovarnos y transformarnos interiormente en aras de nuestra configuración con Jesucristo el Señor, es una nueva oportunidad para abandonar nuestra condición de hombres viejos con el objeto de constituirnos en hombres y mujeres revestidos de Cristo y fortificados por la acción del Espíritu Santo.

A manera de conclusión, es importante afirmar que el mayor fruto y don que el Espíritu Santo puede producir en la vida del creyente es el de la “FE”, por este camino, sentencia San Pablo: “Nadie puede decir Jesús es Señor si no es por la acción del Espíritu Santo”, lo cual quiere decir que nuestra profesión de fe y nuestro asentimiento maduro en el campo de las convicciones doctrinales más profundas, nacen del Espíritu Santo; encuentran en Él su fuente y llegan a Él como a su desembocadura; es el Espíritu Santo quien nos reúne en torno a  un solo Señor, un solo bautismo y una sola fe.

Permitamos en este día por la intercesión de María Santísima, que el Espíritu Santo visite nuestras vidas, que en medio de nuestros temores y dudas, el Espíritu irrumpa en nuestra alma; que abriendo las puertas cerradas de nuestro corazón se posesione con sus dones y con sus frutos y que en medio del drama de la guerra y de violencia que viven nuestros pueblos, la voz del Señor Jesús se haga manifiesta diciendo: “Paz a vosotros”.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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