CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

HOMILÍA MAYO 15 DE 2022

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA MAYO 15 DE 2022 – V DOMINGO DE PASCUA. CICLO C.
Hch 14, 21b-27; Sal 144; Ap 21, 1-5; Jn 13, 31-33ª. 34-35

Estimados hermanos y hermanas:

En el evangelio según San Juan proclamado hoy, encontramos la máxima fundamental vivida por Jesús y dejada como imperativo de acción para toda la humanidad, se trata del mandamiento del amor; por cierto ya existente en el Antiguo Testamento, pero promulgado con la fuerza de los actos en el Nuevo testamento por Jesucristo el Señor.

A partir de tres reflexiones intentaremos enaltecer tal mandamiento como norma de vida y como camino de configuración con Cristo.

En primera instancia

Es importante decir que vivir el mandamiento del amor es hacer presente al Señor en el mundo, y esto es posible evidenciarlo en los actos cotidianos; cuando somos capaces de generar esperanza en medio de las más grandes desilusiones, allí estamos haciendo presente al señor; cuando con nuestras palabras y actitudes respetamos a nuestros hermanos, la presencia de Dios es real; en la medida en que hagamos el bien sin ningún tipo de interés y sin esperar reconocimiento alguno, podemos decir que allí está el Señor; cuando somos generadores de perdón y reconciliación, cuando somos sembradores de paz y de justicia, cuando trabajamos de manera incesante por derrotar nuestro orgullo, cuando luchamos de manera frontal contra la mentira y contra el mal, la presencia del Señor es una realidad vital.

En la medida en que nuestra vida, nuestra familia, la Patria y el mundo se conviertan en escenarios de paz, de trabajo y de justicia social, la presencia del Señor será fuerte y su acción en nosotros será duradera. Contrario a lo dicho, vivir sin amor es vivir sin la presencia de Dios en la vida; no vivir el mandamiento del amor es hacer de la vida un desierto poblado de odios y rencores, de resentimientos y tristezas, de angustias y congojas, de muerte y sufrimiento. Esforcémonos pues por hacer del amor, nuestro estilo de vida y nuestro talante cotidiano.

En segundo lugar

El mandamiento del amor dejado por Cristo no solo es un modelo a seguir sino la causa de la caridad cristiana, es decir el principio de donde emerge el actuar cristiano, la fuente de la caridad humana; en este sentido el amor es el origen del obrar en aquél que se ha configurado con el Señor; por lo tanto desconocer el mandamiento del amor, es desconocer la raíz de donde brotan las acciones misericordiosas de Dios a través de las personas con las que nos encontramos en el camino;  pasar por alto el mandamiento del amor como el distintivo de todo cristiano, es repudiar al mismo Dios siendo Él, el fundamento de todo cuanto existe, puesto que la creación entera ha de entenderse como un acto puro del amor de Dios.

En síntesis, no es suficiente tener a diario actos de amor, manifestaciones de amor o muestras de amor,  se trata fundamentalmente de impregnarle no sólo a los actos sino a la vida misma el condimento del amor, así las cosas, todo lo que somos, todo lo que hacemos junto con todo lo que tenemos, se convertirá en un himno de alabanza a Dios, de lo contrario todo sería una carga, nuestra vida sería una cruz y el comienzo de cada día sería un martirio.

En tal virtud, intentemos impregnarnos del amor de Dios para que seamos capaces de entender que el punto de partida en nuestro actuar y vivir cotidianos es el amor que Dios nos tiene mas no el amor que nosotros le tenemos a Dios, y esto bajo la lógica de aquello que el fundador de los Oblatos, el P. Matovelle nos enseñó: “Ob amorem Dei”, todo por amor de Dios, por encima del todo por amor a Dios.

En tercer lugar

Y como síntesis de lo enseñado por la Palabra del Señor, fijemos nuestra mirada en el libro del apocalipsis cuando el autor sagrado dice: “El que estaba sentado en el trono dijo: Todo lo hago nuevo”, tales palabras fueron pronunciadas por aquél que es el amor y la vida, por aquél que siendo esencialmente amor creó todo cuanto existe y que ahora lo recrea todo con la fuerza de su amor y con el concurso de los hombres y mujeres que dejándose amar por Dios, transforman el mundo según su divino querer.

Hoy le suplicamos al Señor que haga nuevo todo lo viejo, que aquello que nos hace ver como hombres y mujeres viejos, es decir nuestras desesperanzas, tristezas, decepciones, y preocupaciones, sean transformadas en realidades nuevas gracias a su presencia amorosa en nosotros.

A María nuestra Madre nos encomendamos, a ella le consagramos nuestra vida y a su protección dedicamos nuestros trabajos y fatigas.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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