CONGREGACION DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESUS Y MARIA
VICEPROVINCIA JULIO MARIA MATOVELLE DE BOGOTA
HOMILIA PARA EL VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
(Is 43, 18-19. 21-22. 24-25; Salmo 40; 2Co l, 18-22; Mc 2, 1-12
Queridos hermanos y hermanas:
La presencia de Dios en el mundo es transformadora y dinámica, no conoce quietud y en este sentido encontramos en la primera lectura del profeta Isaías, cómo Dios, con su presencia y con la fuerza de su palabra instaura un orden nuevo en medio de su pueblo, como sinónimo de vida, de progreso y desarrollo: «No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notan? Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida”. Evidentemente cuando Dios visita el corazón de las personas y las entrañas de los pueblos, hay transformación; como cumplimiento de la promesa antes mencionada.
La intervención de Dios en nuestras realidades temporales es signo de esperanza para nosotros
Y conlleva como es lógico, el planteamiento de nuevos retos e ilusiones por conquistar, y en virtud de esto, la concreción de su reino de amor y paz en medio del mundo habiendo dejado su estado de promesa, empieza a convertirse en una realidad.
El texto de nuestra meditación arriba mencionado, encontró en el paralítico del evangelio de hoy su cumplimiento, veamos de qué manera. El pasado del paralítico había sido de dolor y sufrimiento y esto porque la concepción de la cultura acerca de la enfermedad era sinónimo de pecado; así las cosas, este hombre había sido excluido del seno de la comunidad y de su propia familia; sometido de esta forma a las inclemencias del abuso, de la burla y de la soledad; y en medio estas circunstancias, su vida no tenía ya valor alguno, y si su pasado estuvo inserto en un mar de vejámenes, sin lugar a dudas y producto de su enfermedad, su presente y su futuro tendrían el mismo destino.
Situados en este panorama tan triste, aparece la promesa de Dios: “no piensen en lo antiguo, voy a hacer algo nuevo”, y en efecto, la novedad la trajo Jesús, cuando el caso específico del paralítico además de perdonarle los pecados, le dio la sanación ante la mirada atónita de los dueños de su pasado triste: los fariseos y los escribas. Lo nuevo de Jesucristo fue la salud para este hombre que se tradujo de manera inmediata en inclusión y vida.
Sanación
Hubo sanación en su cuerpo y también en su mente y en su corazón; y aquí se cumple la segunda parte de la promesa de Dios hecha en Isaías 43: “Voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos en la tierra árida”; expresión que habla de la solidaridad y el arrojo de los cuatro hombres que llevaron al paralítico hasta la presencia de Jesús; pues en medio de la aridez egoísta de la multitud, brotó la vertiente del amor en esos cuatro corazones, los cuales dejando atrás sus propios intereses y venciendo todo tipo de obstáculos, hicieron posible el encuentro de la humanidad con la divinidad, el encuentro de la enfermedad con la salud, el encuentro de un pasado lastimero con el presente y el futuros promisorios.
Hermanos y hermanas, así es el actuar de Dios en el mundo por medio de Jesucristo, un actuar transformador, lleno de vida y entusiasmo; un actuar colmado de esperanza; un actuar pletórico de alegría y algazara en aquél o en aquellos que habiendo hecho de la postración y del olvido sus más íntimos amigos; no habían tenido la posibilidad de encontrarse con Aquél en quien somos, nos movemos y existimos.
Con el firme propósito de no convertir a nuestros hermanos en hombres y mujeres paralizados por nuestro maltrato, por nuestra exclusión y por nuestros juicios, encomendémonos al Corazón Inmaculado de María para que nos aliente en la tarea de vivir y actuar a la manera de los 4 estandartes del amor que facilitaron el encuentro del paralítico con Jesucristo, el “SI” del Padre.
P. Ernesto León D. o.cc.ss.
Superior Viceprovincial de Oblatos
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